“Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él.” – Tzvetan Todorov


lunes, 14 de mayo de 2012

Presentación del libro Ellos y Nosotros de Marcelo Schejtman - 13/05/12


Presentación del libro
Ellos y Nosotros
de Marcelo Schejtman
13 de mayo de 2012
Centro Deportivo Israelita
José Hamra Sassón


La lectura de Ellos y Nosotros[1] de Marcelo Schejtman requiere  hilvanar diversas historias que se desarrollan sincrónica y anacrónicamente.  Historias que dependen una de la otra hasta que llegan al momento de un atentado terrorista que atraviesa a sus diversos personajes, momento que catapulta un sinnúmero de encuentros y desencuentros, no todos de forma directa.  Esa fracción de segundos, que se concreta en una decisión de volarse o no, determinará la vida y la muerte de los complejos personajes que nos presenta Marcelo.
            Y no es un libro fácil porque desde la aparente sencillez del diálogo y las imágenes que se desenvuelven aparecen espejos que nos reflejan la realidad de un conflicto intrincado: el que comparten israelíes y palestinos.  Marcelo no lo dice, pero lo dice: estamos en Jerusalén, una ciudad falsamente unificada.  Si entre 1948 y 1967 alambradas de púas dividían el sector oriental del occidental, desde la ocupación israelí de los territorios palestinos el miedo es uno de los elementos que construyen las barreras erigidas entre los que Schejtman bautiza como Ellos y Nosotros.  Es el miedo el que muchas veces determina nuestro entendimiento del otro.  Lo dice la voz de Marcelo: Lo que Damián estaba haciendo era simplemente opinar; más que eso, peor que eso, lo hacía desde el miedo, un miedo que no lo abandonaría nunca más.
Marcelo es claro: hay una relación donde una de las partes ejerce su poder sobre la otra.  Se llama ocupación, se llama colonización.  Y desde esta realidad asimétrica, que generalmente no se quiere aceptar como tal, se desarrolla la victimización como deporte regional.   Parecería ser que mientras más fuerte y claro sea el discurso de auto-victimización, más fácil se justifican todo tipo de atrocidades y violaciones a los derechos humanos, ya sea usurpación de tierras, atentados terroristas, torturas y detenciones extrajudiciales o lanzamientos de misiles a zonas civiles, por mencionar sólo algunas.
Ellos y nosotros es un libro complejo porque los personajes que recrea Schejtman son lo suficientemente contradictorios como para caer en los lugares comunes y cotidianos.  Ni el extremista religioso es el terrorista, ni el profesor ilustrado es dueño y amo de la razón humanitaria.  Marcelo no cae en los estereotipos simplones que nos hacen quedar bien con nosotros mismos.  Una lectura cuidadosa nos llevará a enfrentar nuestros lados más oscuros, a cuestionarnos quiénes son Ellos y quiénes son Nosotros. 

Ellos y nosotros es una novela que se desenvuelve falsamente en una aparente sencillez.  Más que respuestas a las causas de un conflicto entre dos construcciones sociales que llamamos “pueblos”, a lo largo del libro Schejtman nos desvela una serie de preguntas que nos confronta con la crudeza de la complejidad.  Buenos y malos son meros constructos desde donde suponemos los hechos y los hacemos digeribles, cómodos para nuestras inteligencias, pero sobre todo para nuestras conciencias.  Si todos somos buenos y malos, si todos somos gente con miedos, frustraciones e ilusiones, ¿por qué la necesidad de hacer patente nuestras diferencias nacionales y religiosas? ¿Por qué no vivir todos bajo una misma organización social y dejar nuestras diferencias para dentro de casa? ¿Por qué a la gente le es más fácil no lidiar con gente diferente? ¿Por qué la gente es ignorante y perezosa? […] ¿Por qué la lucha?  ¿Por qué el sacrificio?
Me parece necesario y sumamente interesante abordar el libro desde la decisión misma del título.  Hace unas semanas, cuando nos reunimos Marcelo y yo, le pregunté por qué Ellos y no los Otros.  Ellos, me dijo Marcelo, porque a diferencia de los Otros, denota a alguien en particular que puedo señalar e identificar.  Ellos son los que nos hacen víctimas a nosotros.  Los culpables son Ellos, ellos que están allá y que están en mí contra.  
Sigo con mi reflexión.  Agregaría que ese Ellos refleja la lejanía del tercero que no está presente aunque esté a nuestro lado.  Ese tercero que igualmente construimos y se construye desde el contexto social.  Ellos es un ser por lo general ausente, un mito, un fantasma.  Ese Ellos es el militante terrorista y el soldado opresor que se enfrentan sin tocarse.  Porque tocarse los haría humanos.  Es Ellos y no Ustedes precisamente porque no hay contacto, no hay un diálogo que permita hablar en segunda persona.  La referencia es a la tercera “persona”, -persona entre comillas-, porque en el contexto del conflicto, ese tercero, nos dice Schejtman, es todo menos un ser humano.
Hago un paréntesis para ilustrar lo anterior desde el Nosotros que supone este marco afín a Israel.  El día de ayer, sábado 12 de mayo, miles de israelíes salieron a las calles para protestar contra la injusticia social.  Según los organizadores, se trata de la reactivación de las manifestaciones del verano pasado.  Entre las proclamas se escuchaba, “Queremos justicia, no caridad” y “Quitando de los pobres, dando a los ricos, qué país de corrupción”.  En paralelo, no lejos de Tel Aviv, Haifa, Naharia y Jerusalén,  al menos 1,600 prisioneros palestinos se mantienen en huelga de hambre como protesta no-violenta por su detención en cárceles israelíes sin un juicio de por medio.  Este tipo de detenciones por parte del ejército de Israel son recurrentes y pueden durar meses y años sin un proceso judicial. Dos de estos prisioneros, dos de Ellos, llevan más de 70 días en huelga de hambre. 
En el espectro más amplio, las protestas sociales en Tel Aviv han evadido ligar las desigualdades en la sociedad israelí con la ocupación de los territorios palestinos, la injusticia social en la que viven millones de personas en Palestina y el expansionismo de los colonos judíos.  Una separación artificiosa que prueba la evasión de Ellos en Nosotros, aunque Nosotros seamos lo que odiamos de Ellos.  ¿Y si al final de cuentas Nosotros efectivamente somos Ellos?  En términos de Schejtman, Nosotros protestan contra la injusticia social, sin ni siquiera mencionar la injusticia que ese mismo Nosotros le provoca a Ellos. 

Regreso al texto de Marcelo, quien desborda en su pluma lo que entiendo es su filosofía de vida.  Somos los que hacemos, somos lo que decidimos ser, lo que queremos ser.  La suerte, si es que tiene algún peso en nuestras vidas, no es parte del juego.  Decidir vivir no significa no decidir morir.  Decidir vivir requiere una acción creativa constante a partir de la toma de la decisión: hacer.  Decidir vivir es meterse el dedo índice por la garganta y vomitar toooda, toooda la muerte.  Varias veces.  Hasta que no quede ni su olor.  Es tomar el diente frontal y pegarlo de regreso en la encía amputada.  Sin embargo, el mensaje en este texto no raya en lo ingenuo.  En ocasiones, decidir vivir conlleva una paradoja: ese hacer es la puerta a la muerte, al ocaso de la vida. 
Así, siendo la vida una elección constante, Schejtman elige las palabras para titular su libro no por casualidad.  Nosotros, un pronombre personal en primera persona, en su etimología señala “yo y los otros que son como yo”.  Es decir, yo y los que son como yo son Nosotros.  Por su parte, la connotación etimológica de Ellos no es tan evidente y encierra secretos.  Empiezo por la segunda sílaba de la palabra Ellos, que es otro pronombre personal, pero en tercera persona.  Esta segunda sílaba es –llos, que resulta ser una homofonía del plural del Yo singular.  Es un yo oculto que requiere ser descubierto.  El Yo plural (Yos) es sinónimo de Nosotros.   Así, Llos (con “doble l”) es un sinónimo homófono e involuntario de Nosotros. 
¿Qué pasa con la primera sílaba de Ellos?  El prefijo e-, cuenta con tres acepciones (según la Real Academia Española):

·         Significa fuera de (v.g., eliminar)

·         indica procedencia (v.g., emigrar),

·         indica extensión o dilatación (v.g., efusión).

Es decir, E-llos son un Nosotros que:

·         Son eliminados de Nosotros (acabar con Ellos)

·         Vienen de Nosotros (establecer una relación de autoridad sobre Ellos)

·         Son una extensión de Nosotros (y por ende, son Nosotros) 

¿Por cuál de estas tres acepciones se inclina Marcelo?  Me parece que nos da la pista desde el título mismo.  Elije “Y” como conjunción copulativa entre Ellos y Nosotros.  “Y” que “denota idea de repetición indefinida, precedida y seguida por una misma palabra”.  Muertes y muertes, días y días. Ellos y Nosotros son a final de cuentas lo mismo.  Se repiten, se reproducen unos a otros.  Ellos no son sin Nosotros y viceversa.  El libro pudo haberse titulado simplemente Nosotros.  Sin embargo, Ellos es necesario porque desdobla ese Nosotros que consideramos puro y bueno y lo refleja en que también somos Ellos.
Escribe Marcelo: Ellos son la peor pesadilla porque Ellos nos muestran exactamente cómo es el mundo detrás del espejo.  Ellos son exactamente todo lo que no somos Nosotros, todo lo que pudimos haber sido y, peor, lo que podríamos ser.  Por eso tenemos que volver a Nosotros, porque en nosotros está todo lo que Ellos no son, nuestra guarida. En Nosotros está todo lo que somos y lo que anhelamos ser: la Justicia, la Verdad, el Amor y la Paz.  En Ellos, el negativo: la lucha por la Violencia, por la Codicia, por Ellos, por Ellos contra Nosotros.
Es decir, Ellos y Nosotros son lo mismo.  No somos Nosotros, somos los otros.  Somos Ellos que queremos eliminar, somos Ellos que vienen de Nosotros, somos Ellos que son una extensión de Nosotros.  Ellos y Nosotros son pronombres intercambiables.  Ellos y Nosotros, cualquier Ellos y Nosotros, son intercambiables.  Schejtman así lo demuestra a lo largo de su novela.
Justamente Tzvetán Todorov nos ilustra está conclusión a la que llega Marcelo: “El miedo y el odio al bárbaro es lo que amenaza con convertirnos en… bárbaros”.  El humano que dice ser dueño de la verdad se convierte en el bárbaro.  La víctima en el victimario.  Bien pudo Schejtman elegir para su título la conjunción “O” que denota diferencia: Ellos o Nosotros. Pero eligió la que les une en el destino.  Para bien o para mal.  Reitero desde Todorov: “Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él.” 
El asunto, entonces, reside en elegir cómo nos relacionamos con el otro.  Schejtman toma partido por esa tercera acepción de E-llos: Ellos son una extensión de Nosotros.  No hay suma-cero en el conflicto: o sobrevivimos todos (coexistimos) o, al final de la historia, nos vamos, como se dice en el argentino más cotidiano, nos vamos todos a la miércoles.
Leo a Marcelo: La realidad de la zona había convertido a sus habitantes en víctimas de una violencia incontrolable y en sus principales agentes perpetuadores.  A diferencia de lo que decían en las noticias, ambos coincidían en que la división entre Ellos y Nosotros, más allá de la geográfica, no cuadraba con la de buenos y malos ni con la de víctimas y victimarios.  Todos eran tales, y también ninguno.  En este sentido, cabe mencionar algunos de los casos, reales y cotidianos en Israel/Palestina donde Ellos y Nosotros han decidido confundirse y romper con esa división para convertirse en Nosotros.  Ahí están organizaciones como Combatientes por la Paz, el Centro de Investigación e Información de Israel/Palestina, la ONG Majshom Watch – Mujeres Contra la Ocupación y por los Derechos Humanos, la escuela binacional Neve Shalom ~ Wahat al-Salam, Radio All for Peace, Parents Circle - Families Forum (conformado por israelíes y palestinos que han perdido a hijos y hermanos en el conflicto), Peace it Together, entre muchas (en mi blog Frente al Espejo documento más iniciativas que promueven la coexistencia entre israelíes y palestinos).  Además, semanalmente se realizan protestas conjuntas de israelíes y palestinos contra el muro de separación en Bilin, Budrus y otras ciudades de Cisjordania.
            Finalmente, ¿cuál es el lugar para la esperanza, el amor y Dios en Ellos y Nosotros?  La tónica del libro nos deja en la ambigüedad para obligarnos a reflexionar, a tomar postura.  Para tomar decisiones.  La esperanza habita en todo momento a lo largo del libro bajo la capa protectora de “Los Tres Temibles”, tres niños de un jardín de infantes dispuestos siempre a llegar a la distancia más lejana.  ¿Cuál es la distancia más lejana?  Sin duda alguna la que acaba con esa diferenciación entre buenos y malos, la que acaba acoplando a Ellos en Nosotros, que, como he discutido, son uno mismo.  Dice Marcelo en voz de uno de sus personajes: El secreto está en los niños.  El embrujo se rompe en los niños.  En los niños el embrujo no surge efecto. 
El amor, que aparece como ideal, transcurre por los capítulos de Ellos y Nosotros dejando una estela de sangre.  No es el amor idílico, es el amor ciego y chovinista de un cupido que canjeo el arco y la flecha por una bazuca.  Sorpresivamente, es Dios, como una construcción (desde lo social) de Ellos y Nosotros el que podría tener la primera palabra para revivir la esperanza.  Dejo al lector descubrir las ambigüedades  en el amor, la esperanza y la divinidad incitadas por el miedo más primario.
            Ellos y Nosotros de Marcelo Schejtman es una invitación al lector para descubrir su YO entre estos dos constructos que se llaman a sí mismos Ellos y Nosotros.



[1] Schejtman, Marcelo, Ellos y nosotros, Cambridge BrickHouse, Massachussetts, Estados Unidos, 2010, pp. 124.

martes, 18 de octubre de 2011

Shalit, entre peces y tiburones.

Shalit, entre peces y tiburones.

Hoy, 18 de octubre de 2011, se puso en marcha el acuerdo para el intercambio de prisioneros alcanzado entre Israel y Hamás, mediado por Egipto.  El factor humanitario y emocional atrae la atención.  Gilad Shalit, soldado israelí, ha sido liberado tras cinco años y casi cuatro meses apresado y escondido por Hamás en Gaza.  Sin contacto alguno con el exterior.  A cambio, 1027 palestinos apresados en cárceles israelíes, algunos con penas de por vida por su participación en actos terroristas, han comenzado a ser liberados.  De los primeros 477, varios regresan a sus hogares, otros serán deportados a Gaza o a terceros países.

El acuerdo para Israel no es fácil.  Familiares de víctimas del terrorismo rechazaron el acuerdo que libera a los responsables de la muerte de sus seres queridos.  Entre los israelíes hay sentimientos encontrados y es comprensible.  También entre los palestinos.  Me es difícil dejar de lado mis propias emociones y no dejarme arrastrar por la vorágine mediática.  Sin embargo, me parece prudente no dejar de lado la tragedia humana.  Tragedia para ambas partes.  Cada quien llora a sus muertos por el conflicto y celebra (o lamenta) las liberaciones.  No sólo se trata de 1028 liberados.  Se trata de millones de israelíes y palestinos atrapados, apresados, por un estado permanente de guerra ante la incapacidad de dar el paso definitivo hacia una solución vislumbrada varios años atrás.  Solución aceptada por las mayorías encarceladas en los miedos construidos por la realidad y las mentiras.  Solución que pasa en el reconocimiento de la humanidad del otro.  El ejemplo nos lo da el propio Gilad Shalit, quien a los 11 años escribió un cuento: Cuando el Tiburón y el Pez se encontraron por primera vez.  Ahí están reflejados las madres y los hijos, sin gentilicios.  Sin otro documento de identidad más que el futuro compartido.  Shalit lo reiteró apenas fue liberado en una entrevista para la TV egipcia.

Tampoco es prudente dejar de lado el factor político. Entre otras cosas, el liderazgo de Hamás y el gobierno de Israel alcanzaron un acuerdo porque lo necesitaban para fortalecer su posición ante los públicos palestino e israelí.  Ambos encontraron en la colaboración mutua una forma para reposicionarse tras la iniciativa de Mahmoud Abbas para buscar el reconocimiento de Palestina como Estado independiente.  Abbas se convirtió en el enemigo común de Netanyahu y Hamás que coinciden, por razones diferentes pero similares, en su rechazo a la declaración de independencia palestina en Gaza y Cisjordania.  Pero peces y tiburones pueden hablar entre sí.  Se confunden el uno con el otro.  Y a veces hasta dejan de comerse unos a otros. 

Cuento de Gilad Shalit: Cuando el Tiburón y el Pez se encontraron por primera vez


Cuando el Tiburón y el Pez se encontraron por primera vez

Por Gilad Shalit (escrito a los 11 años)

(Traducción al español de la versión en inglés When the Shark and the Fish First Met de Gilad Shalit: José Hamra Sassón.)

Un pequeño y hermoso pez nadaba en medio de un pacífico océano. De pronto, el pez vio a un tiburón que se lo quería comer.

Entonces, comenzó a nadar bien rápido, pero el tiburón también lo hizo.

De repente, el pez se paró y le dijo al tiburón:

“¿Por qué me quieres comer? ¡Podemos jugar juntos!”

El tiburón pensó y pensó finalmente dijo: De acuerdo, está bien. Vamos a jugar a las escondidillas.

El tiburón y el pez jugaron durante todo el día, hasta que el sol comenzó a bajar.

En la tarde, el tiburón regresó a su casa.

Su mamá le preguntó: “¿Cómo la pasaste, mi querido tiburón? ¿A cuántos animales te comiste el día de hoy?”

El tiburón le contestó: “Hoy no me comí a ningún animal, pero jugué con uno llamado PEZ”

“Ese pez es uno de los animales que nos comemos. ¡No juegues con él!”

En la casa del pez, sucedió lo mismo. “¿Cómo estás pececito? ¿Cómo te fue en el mar?” preguntó la mamá del pez.

El pez respondió: “Hoy jugué con un animal llamado TIBURÓN”

“El tiburón es el animal que se comió a tu papá y a tu hermano. No juegues con ese animal”, le dijo la mamá.


Al día siguiente, ni el tiburón ni el pez fueron a la mitad del océano.

No se reunieron durante muchos días, semanas y hasta meses.

Un día se encontraron de casualidad. De inmediato, cada uno nadó y se escondió atrás de su mamá y otra vez no se reunieron por días, semanas y meses.

Después de que pasó todo un año, el tiburón salió a dar un lindo paseo. También lo hizo el pez. Se encontraron por tercera vez en su vida. Y entonces el tiburón le dijo: “Tu eres mi enemigo, pero a lo mejor podemos hacer la paz”.

El pececito dijo: “Está bien”.

Jugaron en secreto durante días, semanas y meses, hasta que un día, los dos amigos fueron juntos a hablar con la mamá del pez. Después hicieron lo mismo con la mamá del tiburón. Y desde ese día, tiburones y peces viven en paz.

FIN


Traducción al español de la versión en inglés When the Shark and the Fish First Met de Gilad Shalit: José Hamra Sassón.

sábado, 4 de diciembre de 2010

"Tarde o temprano encontraremos una solución" - Barnea y Allami


ENTREVISTA: ALMUERZO CON... A. BARNEA Y S. ALLAMI


"Tarde o temprano encontraremos una solución"


ANA LORITE 04/12/2010


Ella no come cerdo y él es capaz de explicar el origen de la palabra "hígado" según Ortega y Gasset. Son una pareja de viaje atípica: Suheir Allami, de 24 años, palestina de Hebrón, musulmana, y Aaron Barnea, de 69 años, israelí, judío, militante de izquierdas. Ambos son miembros del Círculo de Padres-Foro de Familias (CPFF), colectivo a favor de la paz en Oriente Próximo.


Ella no come cerdo y él es capaz de explicar el origen de la palabra "hígado" según Ortega y Gasset. Son una pareja de viaje atípica: Suheir Allami, de 24 años, palestina de Hebrón, musulmana, y Aaron Barnea, de 69 años, israelí, judío, militante de izquierdas. Ambos son miembros del Círculo de Padres-Foro de Familias (CPFF), colectivo a favor de la paz en Oriente Próximo. Quieren comida mediterránea. Barnea pregunta por el salmorejo, lo comió una vez en España y quedó fascinado. El camarero recomienda su salmorejo, soldaditos de Pavía y ensaladilla para empezar. Suheir le pregunta con timidez: "¿Es usted egipcio?".


Barnea perdió a su hijo menor Noam, soldado, en acto de servicio en Líbano, en 1999. Allami, a su abuela Naima cuando una bomba del Ejército israelí cayó sobre su casa. Seiscientas familias pertenecen al Círculo, demasiadas vidas rotas, que han decidido unir sus duelos y compartir su dolor para lograr lo que no han conseguido años de guerras y de negociaciones políticas. "Afortunadamente, no cualquiera reúne las credenciales apropiadas para formar parte de nuestra organización", afirma irónicamente Aaron Barnea, encargado de las relaciones internacionales. Y es que el precio que hay que pagar para pertenecer al CPFF es demasiado alto: es necesario haber perdido a un miembro de su familia en el conflicto que mata a palestinos e israelíes desde hace más de medio siglo.


La joven lo apunta todo en un cuaderno infantil con un bolígrafo rosa: "Estoy aprendiendo español", dice con una amplia sonrisa. Cuenta que se dejó convencer por su padre para ingresar en el CPFF. "Creo que cometí un error, tenemos demasiado trabajo". Renococe que no siempre resulta fácil que sus vecinos y amigos entiendan su labor, "aunque sí me respetan". Con sus compañeros de universidad (estudia Literatura Inglesa) el entendimiento es mejor.


Aaron Barnea se confiesa optimista: "Tarde o temprano encontraremos una solución". Habla con admiración de los palestinos miembros del CPFF. "Hay una gran diferencia entre los israelíes y los palestinos que integramos el Círculo. Los israelíes somos, mayoritariamente, padres que hemos perdido a nuestros hijos soldados. Somos casi todos militantes por la paz y estamos familiarizados con este tipo de organizaciones. Los palestinos, no. Ellos, en la mayoría hermanos y hermanas de fallecidos, han tenido que dar un salto mortal para formar parte de la organización. Barnea se siente orgulloso de la labor del CPFF en las escuelas: "Tenemos que dar a los chicos la visión del otro lado, dar a conocer al otro, humanizarlo". Y mientras la joven alaba la merluza, Aaron "bromea" con sus principios religiosos: "Pues con vino está mucho mejor, tú te lo pierdes. A propósito, ¿queda vino?", pregunta con una sonrisa traviesa.


Diálogo, reconciliación y paz se repiten con insistencia. "Esta organización busca la esperanza". Y justifica, desde su dolor, por qué defiende la reconciliación en lugar de la venganza. "El sufrimiento por la pérdida de los nuestros no es patrimonio de ninguna de las partes. Es totalmente necesario entender al otro", afirma Barnea. Suheir no puede evitar expresar su admiración: "Aaron, eres un hombre sabio".


Tras los helados, esta pequeña Babel se despide: "Thank you, shokran, todá, gracias...". "Cualquier momento es bueno para hablar de paz", concluye Barnea.



http://www.elpais.com/articulo/ultima/Tarde/temprano/encontraremos/solucion/elpepiult/20101204elpepiult_2/Tes

jueves, 18 de marzo de 2010

My Mideast conference in Madrid - Ruth Eglash - Palestine Note

My Mideast conference in Madrid
Ruth Eglash
Blog Post
Palestine Note
18 marzo 2010

It looks like any other shopping mall. Colorful window displays pull in patrons already overloaded with shopping bags, promotional stands selling mobile phones cater to customers searching for an upgrade and tired shoppers rejuvenate their intense outing with a coffee at one of the central cafés.

For me, being in Amman's flagship City Mall is not a straight forward shopping trip. Even though I would love to take my time and browse some of the British chain stores or local outlets, being here is a cultural eye-opener and part of an on-going process to break down my perceptions of Arabs and Muslims that have been drummed into me practically since birth.

As a British Jew with an Israeli father, I was always made to believe that Arabs were our enemies. My convictions were compounded by big and small historical events - too many to mention here - over the past century, as well as personal brushes with terrorism since moving to Jerusalem 15 years ago.

Even though I witnessed the jubilations in Israel over the 1994 peace treaty between my country and Jordan, I was under no illusion that warm relations existed between our two nations and despite several encounters with Arabs living in Israel, breaking away from the classic stereotypes and standing up against what has been ingrained into your brain is not an easy task for anyone.

As I sipped my frozen fruit juice and watched Jordanian shoppers enjoy their free-time, I realized that just by being here I had almost managed to reverse that brain-washing process and accept that all people, whatever their beliefs or views, are human beings.

It has been a difficult process but I believe there are two factors that have really helped. The first is thanks to my education in Brent, one of London's most multi-cultural boroughs, and the other is the overwhelming sense of personal curiosity about people who are different from me - something that has propelled me to want to be a journalist ever since I can remember. There is a third reason too that has contributed to my successes at understanding my enemies and that is my personal encounters with Arabic-speaking and Muslim journalists who were just as curious about me as I was about them. In some weird way, we spoke the exact same language.

I can pinpoint exactly when my journey to challenging my own stereotypes started. It was January 2009, the 14 day of Operation Cast Lead, Israel's conflict with Hamas in the Gaza strip.

As reporter for The Jerusalem Post, I'd been covering the war from a uniquely Israeli angle and I was focused on hearing the sentiments of the Israeli people, especially those based in Sderot and the south.

However, like most people around the world I could not avoid the distressing images coming out of the Gaza Strip showing the Palestinian people's suffering. It was a tough time for me -- I naturally sympathized with my own people, those who had been victims of Hamas rockets for many years - but I started questioning whether war is justified in any context.

Against this backdrop, I suddenly found myself transported to a journalists' workshop in Madrid with 20 journalists from the Arab world, including two Palestinian writers. The night before I left to the European Union-sponsored event, I found myself with palpitations and I had a deep anxiety in my heart as to how the others would react towards me.

As we sat down to the session on the first morning, the organizers asked us to introduce ourselves, our media and the country we were from. It was the first time in my life that I had been in a room with so many Arabs, even though there is a large population in Israel we rarely interact. My heart was beating fast as I mumbled to the group that my name was Ruth Eglash from the Jerusalem Post in Israel.

"Speak louder," instructed the organizer.

"Ruth Eglash from The Jerusalem Post in Israel," I said clearing my throat and trying not to catch the eyes of anyone else in the room.

There was not too much reaction to my presence on that first morning until a young Palestinian journalist broke the ice by speaking to me in Hebrew. Gathering for the introductory meal in the evening, I felt more relaxed and was ready to answer the questions of those who suddenly seemed intrigued by my presence.

They weren't nice to me. They were all journalists, after all, and they grilled me with questions about the Gaza conflict. It was tough, but they were willing to listen to me, did not shout or make it personal. It was an open dialogue about the issues on a micro and macro scale and the conclusion was amicable.

I was shocked; it was not what I had expected.

As the days past, we began to discuss different matters. We turned our attention from war and conflict to stories about our families, where the best tourist sites and shopping spots were in Madrid, and, of course, the shared passion of food.

Obviously all trying to avoid pork, I even found myself one day sharing a Big Mac Meal with two Egyptians, a Palestinian and a Jordanian, it was a surreal experience, one that most at the United Nations would be jealous of!

Health issues aside, I realized that it is exactly these experiences that are needed to dispel stereotypes about the enemy.

While our days in Spain came and passed, thanks to new technology -- email, Facebook, Twitter and more - I continued to be in touch with my new friends, especially one Jordan Times journalist who had more in common with me than most others I have met in my life.

It was this connection that pushed me to visit Jordan a few months after the Madrid conference. It was a trip I took against the advice of my father and with surprised reactions from neighbors and friends.

Arriving on the other side of the Sheikh Hussein Bridge, my newly found Jordanian journalist friend showed me traditional hospitality, insisting on showing me every historic and cultural site in Jordan. Later, I reciprocated his hospitality when he visited Israel. West Jerusalem, Tel Aviv and Jaffa were all on our tour list.

From here I could go on to describe both of our reactions to visiting the others country but what is more important to point out is what we have learned from our interactions with each other. How he has felt free to ask questions about Judaism and its connection to Israel and how he has helped erase my ignorance about Islam and the Arab world.

Obviously neither of us provide a complete picture of the other persons culture and religion, there is a wide range of views that each group of people express, but we are both journalists and we can just keep on asking.

For my part, these interactions with journalists from the Arab world has helped to see the people of this region more clearly and to realized that differences aside we are all just human beings, who love eating, shopping and life. We all have more in common than we realize.

I know its clichéd, and I am sure that many in either camp will say this is naïve, but ignorance breeds hatred. It is much easier to justify hating someone that you do not know as opposed to making the effort to understand and accept the differences between you.

Anyway, I am sure you are all wondering why I am taking the time to tell you this story. My Jordanian colleague and I were trying to find a story that could highlight the commonalities between our countries but the more we investigated certain issues - refugees, education, health and more - we realized it would only show the hate, anger and strengthen the stereotypes held by all in this region.

Stories of co-existence and shared projects about our two countries are not sexy enough for the mainstream media, they do not sell papers and in some circles are frowned upon for normalizing relations. That is why we decided to tell our personal stories -- if we can change our opinions, anyone can.




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