“Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él.” – Tzvetan Todorov


viernes, 13 de julio de 2007

Medio Ambiente y Coexistencia en Medio Oriente

Según el Diccionario de la Lengua Española, coexistir implica que una persona "exista a la vez que otra" (ver otra definición de coexistencia en un diccionario electrónico aquí). En el contexto de una solución al conflicto entre israelíes y palestinos basado en el principio de coexistencia, esto implica que ambos pueblos/naciones existan uno al lado de otro. Es decir, la solución no es de "suma cero", concepto que denota la desaparición de una de las partes para poner fin al conflicto.

Es cierto que un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos, basado en dos Estados, parece un asunto cada vez más lejano. La fragmentación geográfica, política y social de la Autoridad Palestina, con Gaza bajo el control de Hamas y Cisjordania de Al-Fatah, obstaculiza cualquier avance del proyecto nacional palestino concretado en un Estado independiente. Del lado israelí, la crisis de liderazgo y la "estrategia de no-política" impuesta a los palestinos desde los tiempos de Ariel Sharon simplemente frenaron el proceso de paz.

No obstante lo anterior, la realidad se impone a israelíes y palestinos (y demás pueblos de la región). No habrá un acuerdo político, pero varios sectores en ambas sociedades entienden desde hace tiempo que ninguna de las dos partes va a desaparecer. En este sentido, israelíes y palestinos trabajan en conjunto para resolver problemas comunes, que aquejan a ambas partes, y que no respetan fronteras físicas, mucho menos las ideológicas. Ese es el caso de enfrentar problemas medio-ambientales. Cooperando en esta materia, israelíes y palestinos buscan frenar el deterioro del espacio que comparten, probando así que la co-existencia literalmente existe y no es un mero slogan.

Así pues, esta semana se dieron a conocer dos proyectos en esta dirección. Uno de ellos es el encabezado por el llamado "Triángulo del Mar Muerto", un grupo conformado por investigadores palestinos, jordanos e israelíes que tiene como objetivo crear una plataforma de diálogo tripartita en torno a la educación y proyectos de investigación en la región del Mar Muerto. El asunto que les concierne es el uso de pesticidas en esta región, que forma parte de la Gran Grieta del Valle, una línea geológica que inicia en Turquía y termina en Zimbabwe (al norte de Sudáfrica). Este largo valle es la ruta migratoria de 500 millones de aves que anualmente van y vienen de África a Europa. La región del Mar Muerto, que comparten Israel, Jordania y Palestina, es uno de los puntos que se benefician de estas migraciones. Investigadores de las tres partes unen sus esfuerzos para aprovechar el paso, por ejemplo, de buhos, cuyos hábitos alimenticios son una forma natural de acabar con plagas de roedores que afectan cultivos de agricultores. (Ver nota completa Environmental concerns bring Israelis, Jordanians and Palestinians together).

Un segundo proyecto es el de la participación de israelíes, palestinos y jordanos en el "Gran Brinco" para concientizar a sus respectivas sociedades del deterioro del río Jordán. Autoridades políticas y religiosas participarán el 15 de julio en un evento organizado por ambientalistas de estas tres naciones, según el reporte de Ma'an News, una agencia de noticias palestina (A 'Big Jump' for the Jordan).

En otras palabras, mientras los políticos se deciden a dar el paso decisivo, diferentes sectores sociales siguen construyendo puentes formales que les permite coexistir en el presente y cooperar para brindarle certidumbre a un futuro común.

miércoles, 11 de julio de 2007

Good Neighbours Blog

Apenas ayer hice público Frente al Espejo y hoy me encuentro en Ha'aretz (un importante periódico israelí) un artículo sobre Good Neighbours, un blog que busca incrementar el entendimiento entre israelíes y árabes para tirar las barreras psicológicas creadas por los estereotipos. Muchos de estos prejuicios son alimentados por los medios de comunicación que buscan simplificar las noticias para hacerlas "entendibles". Jorge Montejano ofrece una clara explicación al respecto en el tercer punto del comentario que hace a la entrada del 5 de julio (ir al comentario). El "hallazgo" de Good Neighbours es alentador pues comparte con Frente al Espejo una causa similar.

En noviembre de 2006 se comenzó a publicar Good Neighbours, una iniciativa de Yael Kaynan, quien emigró de Estados Unidos a Israel ese mismo año. Este blog busca ofrecer una visión alternativa sobre los países del Medio Oriente a la que aparace en los medios de información tradicionales. La característica principal es que en Good Neighbours participan ciudadanos de Israel, Palestina, Líbano, Siria, Egipto y Jordania. Este es un buen ejemplo de cómo una herramienta electrónica sirve como espejo entre partes en conflicto. El artículo de Ha'aretz lo pueden accesar desde aquí. Resulta interesante el recuento de los obstáculos emocionales a los que se enfrentó Kaynan previo a la publicación de su blog.

Saludos,
José Hamra Sassón

jueves, 5 de julio de 2007

Montreal – Jerusalén: A 10 años

MONTREAL – JERUSALÉN: A 10 AÑOS
JOSÉ HAMRA SASSÓN
MEDIO ORIENTE: UN MUNDO ENTERO
REVISTA ANTENA RADIO 107.9FM
5 DE JULIO DE 2007

Buenas tardes Julieta (Mendoza), Enrique (Lazcano), estimado auditorio. Este jueves quiero hablar de una experiencia personal. Se trata una efeméride particular que viene a cuento por un par de razones que confluyen en esta frecuencia de radio (107.9FM). La primera es el Festival de Jazz de Montreal, que Horizonte Radio está cubriendo nuevamente este año. La segunda razón es el tema de esta sección de Revista Antena Radio que tengo el honor de presentar cada semana: “Medio Oriente: Un Mundo Entero”. ¿Que qué relación puede haber entre el festival de Jazz y el Medio Oriente? Abusando de su confianza, de eso quiero hablar el día de hoy.
En 1997 me encontraba en Montreal, finalizando la Maestría en Ciencia Política en la Universidad de McGill. Tuve la oportunidad de estudiar en esa ciudad y descubrir la maravilla de lo que significa un verano después de un invierno que se alarga por casi nueve meses. Toda una gestación a la espera del calor. La energía de un verano en Montreal no se entiende sin el invierno que lo antecede ni el que inevitablemente le seguirá. Tampoco sin sus festivales que abarrotan el calendario durante tres meses, en especial el Festival de Jazz, una verdadera fiesta pública donde el Jazz y otras expresiones de la música del mundo confluyen en cosa de 10 días en un maratón de felicidad interminable. Uno acaba extasiado, pero con ganas de más. El Festival de Jazz de Montreal es una experiencia enriquecedora por la dicha que literalmente se respira en ese marco veraniego.
Como les decía, hace 10 años me encontraba en Montreal. Ese verano, en lo que acababa la tesis con la que concluía mis estudios, me di mis escapadas al Festival de Jazz. En una de esas tardes asistí acompañado de
Hadeel Abdo, una estudiante palestina, musulmana sunnita, que había conocido meses atrás. En aquella ocasión Hadeel me platicó de su vida como refugiada palestina. Sus padres, ambos nacidos en Jerusalén, habían escapado a las guerras del 48 y 67. Hadeel nació en Jordania, vivió mucho tiempo en Kuwait, de donde fue expulsada junto con otros 300 mil palestinos en represalia por el apoyo que Yasser Arafat le había brindado a Saddam Hussein tras la invasión iraquí a ese país en 1990. De ahí regresó a Jordania y un tiempo después el gobierno canadiense le había abierto las puertas a ella y su familia. Así es como llegó a Montreal. Recuerdo que en esa plática, franca y amistosa, le pregunté si ella personalmente conocía Jerusalén. Su respuesta fue afirmativa, había tenido la posibilidad de visitar a sus familiares en diversas ocasiones. Pero lo que más me impresionó fue ver sus ojos emocionados, a veces vidriosos, al contarme sobre esa Ciudad Santa para judíos, cristianos y musulmanes, ciudad que hoy israelíes y palestinos reclaman como capital.
Además del homenaje a Louis Armstrong, lo que más recuerdo del Festival de Jazz de 1997 fue aquella charla con Hadeel en la Plaza de las Artes. Yo había viajado a Montreal para especializarme en el conflicto palestino-israelí, pero sobre todo, estudiar la perspectiva árabe, entenderla como una forma de encontrar respuestas comunes. Después de dos años, esa plática había sido el corolario perfecto. No fueron ni las teorías ni los argumentos racionales los que me abrieron esa puerta de entendimiento. Fue la emoción de Hadeel al hablar del encanto que representaba Jerusalén para ella, una palestina musulmana, la misma emoción con la podría hablar un judío israelí. Así entendí la importancia de Jerusalén desde la perspectiva árabe, más de lo que pude haber aprendido durante la maestría. Sin duda, Jerusalén es una ciudad que requiere ser políticamente compartida entre israelíes y palestinos. Emocionalmente lo es, de eso no me queda duda.
Y así como tuve esa oportunidad de convivir con Hadeel en Montreal, también lo hice con ella y otros estudiantes de origen árabe y judío dentro de un proyecto radial que habíamos lanzado a finales de 1997. Se trataba del programa Guesher/Jisr, que quiere decir “puente” en hebreo y árabe, respectivamente. Habíamos presentado el proyecto en Radio McGill, una estación comunitaria auspiciada por la universidad y que se escuchaba en todo Montreal. El objetivo del programa era compartir experiencias culturales entre judíos, cristianos y musulmanes, israelíes y árabes. No hablábamos de política del Medio Oriente, pero el simple hecho de reunirnos cada 15 días en una cabina de radio era por sí sólo un mensaje con alto contenido político: nos quitábamos de encima los lastres del conflicto para convivir entre seres humanos iguales. Judíos y árabes trabajábamos juntos por el simple hecho de romper barreras, de construir puentes de entendimiento.
10 años después de mi segundo festival de Jazz en Montreal, sé que Hadeel, con quien ocasionalmente me escribo, regresó a Jerusalén. Se casó en el 2000 con un palestino residente de esa ciudad y tiene dos hijos. A pesar del muro y de la insufrible experiencia que representa la ocupación israelí en Cisjordania, Hadeel ha trabajado en instituciones palestinas que promueven la paz con el Estado judío.
Esa es otra cara del conflicto. Y sin querer evitarlo, el Festival de Jazz de Montreal que se transmite por esta estación me obliga escudriñar en esta experiencia que es un pedazo del Medio Oriente. Un pedazo que afortunadamente también existe.