El 5 de abril de 2002 salió publicado en el periódico Reforma "Israel Frente al Espejo". El artículo marcó un antes y un después en mi vida profesional (como periodista y analista sobre asuntos del Medio Oriente) y personal (como judío y mexicano frente a la Comunidad Judía de México). Y fue un parteaguas porque al hacer público mi rechazo a la política oficial del gobierno de Israel hacia los palestinos (en ese entonces encabezado por Ariel Sharon) recibí una serie de críticas desde el interior del marco comunitario ya que "alimentaba el antisemitismo con mi postura anti-israelí". Desde ese entonces, los dedos flagelantes (reales e imaginarios) no dejan de resaltar lo que etiquetan como postura "pro-palestina" y hasta "anti-judía". Eso sí, la crítica por lo general fue indirecta. Pocos de los muchos que rechazaron en ese entonces el escrito se atrevieron a abrir un diálogo sobre el tema. Yo tampoco lo hice, creo por estar emocionalmente agotado. En contraparte, amigos no-judíos me felicitaron por la "objetividad" de mi artículo. De una u otra forma, este episodio acabo limitándome, víctima de una paranoia que en buena medida me ha dejado en paz. Lamento lo anterior cuando la intención de mis artículos es clara: favorezco un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos, basado en dos Estados independientes, con Jerusalén como capital compartida. La co-existencia es fundamental para que esta solución, la menos injusta, pueda concretarse.
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Israel frente al espejo
Por
José Hamra Sassón*
Análisis
Es una vergüenza que el actual Gobierno de Israel no logre ver su reflejo en el espejo. Es una pena también que Ariel Sharon no tenga nada que aprender de la historia y que el móvil de sus acciones sea la lucha en términos personales que mantiene con Yasser Arafat. No por nada se ha arrepentido públicamente en más de una ocasión por no haber liquidado al líder palestino cuando hace 20 años lo tuvo a salto de mata en Beirut.
Aunque no fue la primera vez, fue precisamente durante la guerra del Líbano que el Ministro de Defensa Sharon tuvo la oportunidad de usar la fuerza y los engaños para imponer condiciones supuestamente favorables a Israel. Entre sus motivaciones principales estaba acabar con la influencia que Arafat ejercía desde Beirut entre la población palestina de Gaza y Cisjordania. Eliminando en ese entonces a Arafat, Sharon supuso que manipularía a favor de su proyecto integrista el devenir de los territorios palestinos ocupados en 1967.
Sin embargo, su aventura por El Líbano trajo como corolario la carnicería de Sabra y Shatila, el surgimiento de nuevos enemigos de Israel -como el Hizbollah-, una desmoralizante ocupación del sur libanés, la división de la sociedad israelí y una primera Intifada en la que la población palestina en los territorios ocupados cobró conciencia de sí misma como sociedad que aspira a su independencia.
Hoy Sharon se aferra a la idea de seguir imponiendo condiciones a los vecinos de Israel mediante el uso de la fuerza. Ignorante del mundo árabe, ignorante, incluso, de su propia historia, el Premier israelí aún piensa que a través de una poderosa maquinaria bélica brindará "paz y seguridad" a sus gobernados.
Lo cierto es que Sharon carece de una visión clara sobre un acuerdo de paz con Palestina. De hecho, no le interesa en los términos del compromiso y justicia, por lo que ha buscado el efecto contrario. Sin medir consecuencias, embarcó a la sociedad israelí en una política represora del pueblo palestino con el fin de reestablecer su caduca concepción del Medio Oriente.
Y en este sentido, Sharon también tiene antecedentes. En 1980, cuando fue Ministro de Agricultura, impulsó directamente un plan de colonización de los territorios ocupados con el fin de asegurar que Cisjordania se convirtiera en un "escudo de seguridad permanente" frente al mundo árabe.
Más de dos décadas después, y sin importar que el Medio Oriente cambió desde entonces (además del acuerdo de paz con Egipto, se firmó uno con Jordania, con Palestina se habían asentado las bases para otro definitivo y apenas la semana pasada la Liga Arabe aprobó la Declaración de Beirut que vislumbraba que la normalización con Israel es posible), el Estado de Israel es rehén de unos 300 mil colonos integristas judíos y de la fragilidad de un sistema político que ha paralizado y disminuido a las fuerzas progresistas de Israel.
En los últimos años, la alianza de Sharon con el movimiento nacional-religioso judío, que busca "redimir" a cualquier precio los territorios palestinos, le permitió mover las piezas del tablero a su favor, destruyendo la posibilidad de retomar las negociaciones con Palestina.Negociaciones que implicaban la independencia de un Estado palestino en Gaza y Cisjordania con una capital compartida en Jerusalén. Negociaciones que, a final de cuentas, ponían en riesgo las ambiciones territoriales de la ultraderecha y la vigencia ideológica del extremismo judeo-israelí.
De ahí la lógica del uso de la fuerza y no de la mesura que han caracterizado a Sharon en discurso y acción desde que hizo acto de presencia en la Explanada de las Mezquitas/Monte del Templo.
Ya en el poder, paulatinamente socavó lo poco que quedaba del proceso de Oslo: el reconocimiento mutuo, precisamente el fundamento de lo que pudo ser una reconciliación histórica. Si bien es cierto que la Autoridad Nacional Palestina se ha caracterizado por ser autocrática, corrupta e incapaz de atender las necesidades del pueblo palestino, también es cierto que el asedio constante a Yasser Arafat sirvió para minar su autoridad frente al integrismo palestino que no desaprovechó la oportunidad para realizar ataques terroristas, y así poner de su parte en la destrucción del proceso de paz. En otras palabras, los radicales de ambas partes unieron esfuerzos para cumplir con su objetivo: acabar, por ahora, con las posibilidades de un compromiso de paz y coexistencia.
El círculo de violencia se mantendrá en la medida que Sharon y su gris coalición mantengan los injustificables castigos colectivos como respuesta a los también injustificables ataques de los terroristas palestinos contra civiles israelíes.En esa medida se fortalecerá el extremismo palestino y se dividirá la sociedad israelí (aunque tímidamente, hace unos meses empezaron a resurgir las voces en Israel que se oponen a represión de la población palestina).Y como es de suponer tras la ola de atentados de los últimos días, la "guerra contra el terrorismo" de Ariel Sharon está condenada al fracaso, aunque termine por destruir a la ANP.
En estos días, los judíos celebramos Pésaj, la festividad que recuerda el éxodo de Egipto. Es la fiesta de la libertad del pueblo judío. Libertad inalcanzable cuando precisamente se le niega esa opción a su vecino.Y es que la lucha por la libertad del pueblo palestino es la lucha por la libertad del pueblo judío.
Pero para entenderlo, primero hay que ver al otro en el espejo. Reconocerlo y aceptarlo, cosa que el Israel de Sharon es incapaz de hacer. Muy por el contrario, se ha encargado de envilecerlo, denigrarlo y humillarlo.
Y así se comporta Sharon, como el Faraón de la historia bíblica: terco y soberbio se niega a ver el sufrimiento del otro pueblo que exige vivir en libertad. Y como al Faraón, los atentados terroristas, plagas del siglo XXI, seguirán recayendo sobre su propia nación mientras persista su arrogante visión del Medio Oriente. Sharon es el Faraón prepotente que hace oídos sordos al reclamo de libertad del pueblo al que reprime y que supone tener la fuerza suficiente para no perder el control ante las plagas que castigan al suyo.
¿Tendremos que esperar a que los gobernantes de Israel se enfrenten al ángel de la muerte y sea demasiado tarde para tomar una decisión que finalmente tendrán que tomar? Todo dependerá de qué tan pronto se desempañen los lentes del mundo judío para que Israel se pueda ver reflejado en el espejo palestino.
* Director de Noticias de Canal Once, tiene una maestría en Ciencia Política por la Universidad de McGill.
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"Los pueblos no se miran nunca en el espejo y menos con una guerra entre las cejas". Carlos Ruiz Zafón en "La Sombra del Viento", pg. 26. ---------->><<---------- "(La) fraternidad nos enseña demasiado a las claras, como en un espejo, a qué nos parecemos. Quien no puede vivir sin matar a sus semejantes es porque sólo soporta la vida... matándose" - Fernando Savater, en El País, 20/10/2009.
“Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él.” – Tzvetan Todorov
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