“Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él.” – Tzvetan Todorov


jueves, 7 de junio de 2007

Antes y después de los 6 días - 7/06/2007

ANTES Y DESPUÉS DE LOS SEIS DÍAS
JOSÉ HAMRA SASSÓN
MEDIO ORIENTE, UN MUNDO ENTERO
ANTENA RADIO 107.9 FM
7 DE JUNIO DE 2007

El 5 de junio se cumplió el 40 aniversario del inició de la llamada “Guerra de los Seis Días” que libró Israel contra Egipto, Siria y Jordania.
Considerada por los israelíes como una guerra de supervivencia, a la postre esta guerra fue el punto de quiebre del conflicto árabe-israelí, teniendo un impacto en el Medio Oriente en general. En la Guerra de 1967 Israel se expandió territorialmente, con lo qie inició la ocupación de la población palestina en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental, ocupación que cumple cuatro décadas. El resultado de esta guerra también tuvo consecuencias regionales en el plano ideológico. La pérdida de territorio se tradujo en el fracaso del nacionalismo pan-árabe que clamaba por la destrucción de Israel.
En otras palabras, fue un golpe mortal a la ideología populista que había encabezado hasta ese entonces Gamal Abdel Nasser, el presidente de Egipto. El fracaso del panarabismo abonó el terreno para una alternativa ideológica trasnacional en la región, el islamismo fundamentalista, cuyas manifestaciones más extremas son encarnadas hoy en día por Al-Qaeda y otros movimientos afines.
La efeméride nos obliga a repasar los sucesos previos a esta guerra relámpago. Semanas antes del 5 de junio de 1967 el gobierno egipcio radicalizó su discurso contra Israel y llevó a cabo acciones que fueron genuinas declaraciones de guerra. El 19 de mayo Nasser exigió a las fuerzas de paz de la ONU retirarse de la Península del Sinaí. En los días siguientes, Egipto desplegó 100,000 soldados a lo largo de su frontera con Israel y Nasser ordenó el cierre del paso por el Estrecho de Tirán a los buques israelíes, con lo que se impedía su navegación por el mar Rojo. El 30 de mayo Egipto, Siria y Jordania firmaron un pacto de defensa común y el ejército jordano quedó bajo comando militar egipcio. Ese mismo día, Nasser arengó contra la existencia de Israel al señalar que ya no había una fuerza internacional para protegerlo. Según sus palabras, el único método que se aplicaría contra el Estado judío sería “la guerra total”, lo que resultaría en su destrucción.
Bajo este amenazante contexto, la mañana del 5 de junio de 1967 la aviación israelí lanzó un ataque preventivo contra Egipto. En cuestión de horas destruyó 85% de su fuerza aérea, que ante la sorpresa ni siquiera pudo despegar del suelo. Caso a la par, el ejército israelí repelió ataques de Siria y Jordania. Cuando se estableció el cese al fuego, el mapa de la región había cambiado drásticamente. Israel conquistó territorios de estos países árabes: la península del Sinaí de Egipto y el Golán de Siria. Además, ocupó Cisjordania y Jerusalén Oriental anexados por Jordania desde 1948 y la Franja de Gaza, que se encontraba bajo administración egipcia. Territorios, cabe decir, donde vivían palestinos y por los cuales los países árabes no habían hecho algo en las dos décadas previas a 1967.
Con el tiempo, el mapa ideológico también se modificó. Por una parte, se generaron las condiciones propicias para el auge del fundamentalismo islámico como reacción al fracaso del nacionalismo árabe. Por la otra, el resultado de la guerra dio pie a un ambiente de triunfalismo en Israel, que impulsó a los movimientos extremistas nacionalistas y religiosos judíos que hoy tienen en jaque a su democracia liberal.
No obstante, Israel ganó la guerra con una estrategia militar que le aseguraría su existencia como un Estado independiente en Medio Oriente. En 1979 devolvió a Egipto la Península del Sinaí a cambio de un acuerdo de paz. En 1994 Jordania se convertiría en el segundo país árabe en reconocer al Estado judío. Hoy en día Israel y Siria coquetean con reiniciar sus propias negociaciones y se da por entendido que el Golán será la moneda de cambio.
Sin embargo, el meollo del conflicto árabe - israelí no ha sido resuelto. Es más, en estos cuarenta años se ha profundizado. Y es que el triunfo israelí de 1967 implicó también la ocupación de territorio palestino y, por ende, el control de su población. Justamente es Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental donde se vislumbra la creación de una Palestina independiente al lado de Israel. En realidad, lo que se ha enraizado ha sido el control israelí de los palestinos y todos los males que de él se derivan. En cuatro décadas hemos sido testigos de dos intifadas y de la radicalización palestina hacia el extremo terrorista. En buena medida son reacciones al arrebatamiento de tierras palestinas para la construcción de asentamientos judíos, a las decenas de retenes que hacen imposible el libre movimiento de la población, a la marginación de los palestinos de Jerusalén Oriental, al muro que se vergonzosamente divide hoy a Israel de una Palestina subyugada, pauperizada y humillada.
Como lo ha demostrado el paso de tiempo, la ocupación israelí de los territorios palestinos es una carga ética y moral que pone en riesgo la existencia del Estado de Israel desde sus propias entrañas. El triunfo de la Guerra de los Seis Días quedó brillantemente plasmado en los anales de historia. El presente nos dice que la ocupación ha desvirtuado la razón de ser del Estado judío. Es momento de corregir el rumbo, y como fuerza ocupante, Israel debe dar el paso decisivo para re-encaminar el proceso de paz con los palestinos.

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