“Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él.” – Tzvetan Todorov


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domingo, 17 de mayo de 2009

Please, with might - Gideon Levy

Last update - 03:07 17/05/2009

Please, with might

By Gideon Levy


The headline of this piece may be taken from a Kabbalistic prayer, but it's not aimed at God; this is rather an earthly plea to the American president. The statesman he will be hosting tomorrow has already shown during his brief tenure that might is the only language he understands. We should hope that Barack Obama will succeed just like the defense minister and the Histadrut labor federation chairman, who twisted Benjamin Netanyahu's arm in the budget deliberations.

A political U-turn by the prime minister is much more vital to Israel than his impressively sharp economic U-turn. Obama is the final hope: Only if he throws his entire weight into the process will anything in the Middle East start moving. Any American president could have long ago brought about substantial progress, first and foremost ending the intolerable Israeli occupation. But Obama's predecessors shrank from the task, preferring to yield to the Jewish and Christian lobbies and to engage in masquerades of negotiations leading nowhere.

A whole lot more is expected from Obama: "Change" in the Middle East; "Yes We Can" is also about Israel. This change must encompass two components: Genuinely pressuring Israel - and no, there isn't any other way - and demanding actions rather than words. We've had plenty of the latter, and it doesn't really matter if Netanyahu utters the words "two states" or if he does not.

The real test is Moshe and Mohammed. Only if both of them feel a change can we say a truly different president is now in Washington. Mohammed, any Mohammed living in the occupied territories, should feel his life has become more free and prosperous; Moshe, any Moshe living in Israel, must feel he is withdrawing from being an occupier, after two successive generations. At the end of the day, both Moshe and Mohammed will be grateful to Barack Obama.

It'll take more than sticky smiles. Netanyahu will be clinging to his usual excuse, the Iranian threat; Obama will have to explain that there is nothing like neutralizing the Arab-Israeli conflict to secure the future of the State of Israel. And this should be the order of the day, too: resolving the Palestinian issue as leverage for negotiating with Iran, even if Netanyahu tries to change the agenda and buy some time. Deep inside, we yearn for an Israeli prime minister who realizes that opportunities are running out and that the alternatives are dangerous, but this hope has long since been abandoned. Israel talks two states while expanding Ma'aleh Adumim; Israel talks peace and sets out on two unneccesary wars.

Which is why, sadly, nothing will happen without pressure, and true pressure can come only from Washington. An American president who is a friend to Israel not only can, but must, apply this pressure; Israel is a protectorate addicted to occupation - and the only way to ditch a habit is the hard way. A bogus friend sponsors the addiction, a true friend gets us into rehab.

Nor is this the time to present the Palestinians with endless demands or preconditions - to acknowledge, to give up, to compromise. They've done it plenty over the last two decades: Now is the time for the occupier to end the occupation, immediately, unconditionally, moments before the two-state solution draws its final breath and passes beyond the realm of possibility, if it hasn't already. Which is why Obama should be standing with a stopwatch, too: Time is running out.

There's one message that should emerge from Washington: Israel is beginning to act, not to talk but to act, to end the occupation. Freeze the settlements without any lies, dismantle the outposts without tricks, give Palestinians freedoms without feints, and establish a rigid agenda to dismantle the entire settler enterprise. Anything less will be seen as failure, any move less daring will ensure a deadlock that will bring more bloodshed and the eventual establishment of a permanent binational apartheid state.

Does it sound big and pretentious? Well, there's a big, pretentious president now sitting in Washington. The Arabs have already learned that Israel understands force and force alone; all its limited concessions were carried out after bloodshed, never before. It's time Washington learns the same lesson: Please, with might, Barack Obama, because there is no other way.

http://www.haaretz.com/hasen/spages/1086063.html

domingo, 21 de diciembre de 2008

"Obama y Oriente Próximo" de Shlomo Ben-Ami

SHLOMO BEN-AMI
Obama y Oriente Próximo
SHLOMO BEN-AMI 16/12/2008
Los planes del presidente electo Barack Obama para Oriente Próximo, la región en la que las políticas de su predecesor destruyeron el prestigio de Estados Unidos en el mundo, representan un cambio positivo respecto al proyecto de Bush de remediar los males de la región mediante el "caos constructivo". Por desgracia, las promesas de Obama pueden resultar tan poco realistas como las anteriores.
La lista de objetivos de Obama es impresionante. Incluye salir de la ciénaga iraquí, resolver el enconado conflicto entre Israel y Palestina, emplear el diálogo para frenar las ambiciones nucleares de Irán y apartar a Siria de posiciones radicales, librar a Líbano de las garras sirias e impulsar la paz entre Siria e Israel. Y a esto puede añadirse una reorientación del esfuerzo militar estadounidense en la guerra de Afganistán.
Para valorar la magnitud de esta agenda, hay que confrontarla con el deprimente legado que recibe en esta región. Oriente Próximo está experimentando un peligroso proceso de somalización, con una cadena cada vez mayor de agentes no estatales, sobre todo grupos islamistas radicales, que se oponen a la idea del Estado prácticamente en todas partes.
Es lo que ocurre en Líbano con Hezbolá, en Palestina con Hamás, en Irak con el Ejército Mahdi de Múqtada al Sáder y docenas de grupos más, en Afganistán con los talibanes y los caudillos tribales, y en Pakistán con movimientos escindidos que se han visto envalentonados por la dimisión de Pervez Musharraf. En Egipto se aproxima el final del largo mandato del presidente Hosni Mubarak, y eso podría empujar a los Hermanos Musulmanes a luchar por el poder en El Cairo y, tal vez, obligar al sucesor de Mubarak a escoger entre acordarles un modus vivendi o librarles un combate a muerte.
Es posible que Obama comprenda enseguida que su calendario para la retirada de Irak no es realista. La rápida desaparición de las tropas norteamericanas podría desembocar en la desintegración del país en entidades políticas fragmentadas, una de las cuales sería probablemente una república islámica controlada por Irán.
Es cierto que la reaparición de los talibanes en Afganistán exige una respuesta militar más enérgica, pero, con el Ejército estadounidense atrapado en Irak y la resistencia de los aliados occidentales a enviar más tropas, el desmembramiento del país entre los caudillos locales no parece inverosímil. Y teniendo en cuenta que las operaciones militares de los aliados erosionan la legitimidad interna del presidente Hamid Karzai, Obama quizá debería seguir el consejo del ministro francés de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, que advierte de que la respuesta en Afganistán tendrá que ser más política que militar.
En cuanto a Irán, Obama quizá tenga que recurrir a una estrategia de presión militar antes de lo que le gustaría. Irán ha demostrado que no tiene la menor intención de desviarse de su proyecto de alcanzar la categoría nuclear. Si Obama no logra un incómodo entendimiento con Rusia -para lo que sería necesario revisar los acuerdos estratégicos posteriores a la guerra fría-, las posibilidades de imponer un régimen estricto de sanciones a Irán serán escasas. Y no hay que descartar el espectro de una carrera armamentística nuclear en Oriente Próximo, en la que los rivales suníes de Irán -Arabia Saudí, Egipto y otros- intensifiquen sus esfuerzos para ser nucleares.
Mientras tanto, Obama hereda un Estados Unidos que ya no es la potencia hegemónica indiscutible y que, junto con sus aliados, está inmerso en la crisis económica más grave desde 1929. Enfrentado a una crisis que está sacudiendo los cimientos de su estilo de vida y con una deuda nacional de 10 billones de dólares y un déficit presupuestario de un billón de dólares, Estados Unidos no tendrá más remedio que optar por una política exterior más realista.
La llegada de Obama a la presidencia de EE UU representa un hito en la historia de su país, pero su idealismo necesita atemperarse con la conciencia de los límites del poder estadounidense. El reto de su política exterior no es transformar Oriente Próximo -ésa es la tarea a largo plazo de los habitantes de la región-, sino restaurar la dañada reputación de Estados Unidos en el mundo musulmán.
Para lograr ese objetivo es preciso resolver el conflicto árabe-israelí, especialmente la cuestión palestina. Durante su visita a la región el pasado mes de julio, Obama prometió abordar el conflicto entre Palestina e Israel "desde el momento mismo en el que tome posesión". No puede perder ni un minuto en cumplir esa promesa.
A diferencia de lo que sucede con el caos imposible de solucionar que en general hereda en Oriente Próximo, en el caso de la disputa entre árabes e israelíes ya está allanado el terreno hacia una solución de conjunto y no haría falta volver a inventar la rueda. Los dos factores necesarios son capacidad de liderazgo y compromiso, y la campaña del "Sí, podemos" de Obama ha demostrado que él cuenta con ambas cosas.
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martes, 25 de noviembre de 2008

"Cómo Obama podría conseguir la paz" de Sélim Nassib

TRIBUNA: SÉLIM NASSIB
Cómo Obama podría conseguir la paz
SÉLIM NASSIB 23/11/2008
El decía que a Obama le sería difícil lograr la paz en Oriente Próximo porque el problema se ha vuelto muy complicado. Yo le respondí que no, que el problema es muy sencillo, el mundo entero conoce la solución, casi da vergüenza repetirla: la paz a cambio de los territorios, dos Estados que convivan uno junto a otro.
Me dijo: "Sí, pero ¿y Jerusalén, los refugiados palestinos de 1948, los asentamientos, el trazado de las fronteras?" Me quedé de una pieza. Le respondí que todo, absolutamente todo, se había discutido mil veces, párrafo por párrafo, con los mapas en la mano; los negociadores llegaron a hacer horas extraordinarias en Ginebra y todos los documentos están listos. Si se quisiera, se podrían firmar de aquí a tres meses.
"¿Pero quieren?", preguntó. Yo respondí: "Ésa es la cuestión, efectivamente". "¿Quién no quiere?", exclamó; y yo vi que esperaba que colocase a los extremistas de las dos partes espalda contra espalda (como en un duelo de pistolas), pero, no señor, lo que le dije fue: "¡Son los israelíes los que no quieren!" Él protestó: "¡Pero si una mayoría se pronuncia por la solución de dos Estados en todos los sondeos!" "Sí", contesté, "pero son esquizofrénicos: quieren la paz pero no interrumpen los asentamientos ni un solo día, da igual que su gobierno sea de izquierdas o de derechas. Siempre es igual, el sol se levanta, el sol se pone, y un nuevo pedazo de tierra palestino pasa por sus manos".
Afirmó que yo tenía mala fe, que se me olvidaba decir que Hamás no quiere la paz, ni Siria, ni mucho menos Irán. Le respondí: "Es verdad. Pero que les den una verdadera Palestina a los palestinos, y la influencia de las ideas de Hamás se fundirá como la nieve al sol. Es lo que pasó cuando se anunciaron los acuerdos de Oslo, hace 15 años. Y, si los palestinos están satisfechos, el mundo árabe, incluida Siria, aplicaría el plan saudí de paz ya aceptado, que prevé la normalización de todas las relaciones con Israel a cambio de la retirada de todos los territorios que se ocuparon en 1967, entre ellos el Golán sirio".
"¡Siempre quedará Irán", objetó, "Irán, que está preparando su bomba atómica, financia a Hezbolá y quiere borrar Israel del mapa!" "Por supuesto", respondí. "Pero ¿qué peso tendría Irán (y Hezbolá) si Israel y el mundo árabe dieran el paso histórico, apoyados por Estados Unidos, Europa, el mundo entero, con cientos de miles de millones de dólares para sostenerlo? ¡Muy poco! No obstante, incluso en ese caso, sería prudente no provocar el enfado de nadie: habrá que otorgar a Irán un premio de consolación, reconocer su importancia regional, por ejemplo. Estoy seguro de que a ese país, que tenía buenas relaciones con Israel antes de los mulás, no le importaría acudir a apoyar la victoria y participar en la fiesta. ¡Y qué fiesta habría!"
Reflexionó un instante y dijo: "Todo eso supone que todavía es posible una solución de dos Estados. Pero la multiplicación de los asentamientos ha hecho que los dos países estén inextricablemente unidos. ¿Cómo separarlos?" "Lo más lógico", contesté, "habría sido no hacerlo, sino orientarse hacia un Estado binacional, con el que, por otra parte, sueñan cada vez más palestinos. Pero no es buena idea: los israelíes no aceptarían así como así el gobierno de la mayoría, que, a fin de cuentas, haría que el país perdiese su carácter judío. Por ahora, los dos Estados sigue siendo la solución más segura, con Israel y Palestina unidos por todo tipo de acuerdos, irrigados por los mismos recursos hidráulicos e integrados en un mercado común regional".
Me preguntó: "¿Y usted cree que Obama va a conseguirlo? ¿Es que acaso cree que es un mago?" Le respondí que no (una verdad a medias), pero que tiene una oportunidad. "¿Cuál?" "Para empezar, sería preciso que Tzipi Livni, la dirigente del partido Kadima, ganase las elecciones del próximo mes de febrero en Israel. Recordemos lo que ha sucedido: Livni rompió las conversaciones con el partido ultrarreligioso Shas porque éste le exigía, entre otras cosas, que, en las negociaciones con los palestinos, no se aborde la división de Jerusalén. Dicha ruptura la obligó a aceptar elecciones anticipadas, pese a saber que su rival de la derecha, Netanyahu, le sacaba ventaja en los sondeos. Pero precisamente esa ruptura hizo que, de la noche a la mañana, se pusiera a su altura. Desde entonces, la campaña, muy abierta, se ha convertido en una elección entre los que están a favor de negociar la paz (con Livni) o en contra (con Netanyahu). Es decir, la cuestión está en manos del pueblo israelí, que ha visto, con la elección de Obama, en qué dirección sopla el viento de la historia".
"¿Bastaría, pues, que Israel vote a Livni?", preguntó, incrédulo. "No es tan sencillo", repliqué. "El sistema electoral israelí hace que los partidos religiosos se encuentren siempre en posición de ser los árbitros, y eso bloquea todo. En realidad, haría falta un maremoto que permitiera a Livni eludir a los religiosos".
Me miró y dijo: "Lo que haría falta es un milagro". Respondí: "Sí, prácticamente". Él preguntó: "Después de todo lo que ha pasado en Oriente Próximo -y lo que no ha pasado-, ¿todavía tiene fe?". Asentí con la cabeza.
Él se encogió de hombros: "En el fondo, usted es un optimista incorregible". Yo respondí en inglés: "Hope dies last (La esperanza es lo último que se pierde)".
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viernes, 3 de octubre de 2008

Se acaba la arena en el reloj de Annapolis...

La iniciativa de George W. Bush se pierde en el tiempo de un 2008 que está por concluir (muchos quisiéramos que ya haya llegado a su fin). La pregunta es si también se ha agotado, al menos por el momento, la posibilidad de alcanzar un acuerdo de paz entre Israel y Palestina. Quedan claros los términos, están más que discutidos, pero la frustración reside en la falta de liderazgos capaces de hacer eco al deseo de las mayorías en las sociedades israelíes y palestina. Ehud Olmert, el primer ministro israelí en funciones (quien renunció a su puesto formalmente a finales de septiembre) declaró hace unos días que a Israel no le queda otra más que retirarse de Cisjordania. A buena hora lo aceptó, cuando no tiene costos políticos que asumir.

Van a continuación dos participaciones en Revista Antena Radio, de Horizonte 107.9FM (de la sección "Medio Oriente: Un Mundo Entero). La primera, del 18 de septiembre, en la que expongo una nueva estrategia que se está gestando en el frente palestino. La segunda, del 2 de octubre, donde doy cuenta del asedio a la población palestina y los pacifistas israelíes por parte de la derecha ultra-nacionalista y religiosa en Israel. Dos retratos para abordar el momento actual y especular sobre el futuro de la relación entre israelíes y palestinos.

Asedio del extremsimo israelí

ASEDIO DEL EXTREMISMO ISRAELÍ
JOSÉ HAMRA SASSÓN
MEDIO ORIENTE, UN MUNDO ENTERO

ANTENA RADIO 107.9 FM
2 DE OCTUBRE DE 2008

El vacío de poder que se vive en Israel tras el fracaso del gobierno de Ehud Olmert es reflejo del deterioro de su sistema político, que se manifiesta inestable, pero además paralizado ante su mayor reto: asegurar la existencia de Israel como un Estado judío y democrático. Una condición impostergable es lograr un acuerdo de paz con el pueblo palestino basado en el proyecto de dos Estados independientes. Sin embargo, este escenario tiene fecha de caducidad. Como comentábamos hace 15 días, se gesta en Palestina un movimiento que diseña una nueva estrategia basada en un Estado binacional para israelíes y palestinos. Lo anterior sin dejar de lado la amenaza siempre latente de una nueva ronda de violencia.

En este tipo de escenarios, donde la incertidumbre es moneda corriente, las visiones maniqueístas, totalitarias y unidimensionales salen a la luz y secuestran al resto de la sociedad. Los movimientos extremistas aprovechan la oportunidad para hacerse presentes ante la ineficiencia en la que pueden caer los sistemas democráticos. Los métodos empleados, por lo general, se apartan de la vida institucional. Precisamente, en Israel el sistema democrático empieza a perder espacios frente al extremismo nacionalista de corte religioso de los colonos judíos en Cisjordania.

El movimiento nacional-religioso de Israel cobró fuerza tras la guerra de 1967, una vez que Israel se hizo del control de Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental. Estos territorios, desde su visión, habían sido redimidos. Buena parte de la historia que narra el Antiguo Testamento se concentra en ciudades como Hebrón y Jericó. Desde esa perspectiva, las ramas más extremas de la derecha israelí se han manifestado en los últimos quince años como una reacción al proceso de paz con los palestinos.

Y es que de concretarse un acuerdo, el territorio de Cisjordania y Jerusalén oriental pasarían a soberanía palestina, con lo cual las colonias judías deberían ser evacuadas, tal y como sucedió en la franja de Gaza en 2005. En los años más recientes, la radicalización del movimiento nacionalista y religioso se ha expresado en el establecimiento de caravanas de jóvenes militantes en las colinas cisjordanas adyacentes a poblados palestinos o colonias judíos. Estos asentamientos, muchas veces apoyados desde cúpulas gubernamentales, se han convertido en hechos consumados que poco a poco hacen inviable un Estado palestino territorialmente continuo. Junto con estos actos de provocación se construyen carreteras de seguridad para uso exclusivo de lo colonos, haciendo una verdadera hazaña el traslado de la población palestina entre poblados. El extremismo de los militantes judíos es tal que se han enfrentado incluso a la policía y ejército israelíes cuando han intentado desalojarlos. Sin embargo, prácticamente ningún gobierno ha querido asumir el costo político que implica erradicar al extremismo sionista de tierras palestinas. Quien lo hizo tibiamente, como Itzkak Rabin, recordemos, fue tachado de traidor y después fríamente asesinado.

Se calcula que hoy en día hay al menos 270 mil judíos viviendo en asentamientos en Cisjordania (sin considerar otros 200 mil en Jerusalén oriental), una cifra que se duplicó desde 1994, año en que se afianzó el proceso de Oslo entre Israel y la OLP. Junto con el terrorismo palestino, la colonización judía de la tierra palestina ha sido uno de los obstáculos que han impedido avanzar en el proceso diplomático. Estos asentamientos son además fuente de la creciente frustración de los 3 millones de palestinos de Cisjordania. Junto a las razones ya expuestas, estos militantes nacional-religiosos se manifiestan de forma altamente violenta, sembrando el terror en la población civil palestina. De acuerdo a la organización israelí B’tselem, que vela por los derechos humanos de los palestinos en los territorios ocupados, los colonos judíos patrullan caminos y ponen obstáculos físicos en tierras palestinas continuas a los asentamientos judías, algunas veces con aprobación de las autoridades israelíes. En ocasiones, los colonos expulsan de sus tierras a palestinos que se dedican a la agricultura. Esta organización pro-derechos humanos ha documentado casos de ataques y amenazas contra población palestina, con armas de fuego, golpizas, piedras, perros de pelea, además de destrucción de equipo agrícola y cosechas, robo de ganado, y todo tipo de hostigamiento contra civiles palestinos.

Por si fuera poco, estos grupos extremistas literalmente se han apropiado del discurso nacionalista israelí y han creado un peligroso precedente. Aunque son una minoría dentro de la sociedad israelí, se visten de una moralidad redentora tan peligrosa como la del extremismo de Hamas. Igualmente fundamentan sus preceptos ideológicos en textos religiosos y se dicen dueños de la verdad absoluta.

Una de las víctimas más recientes de la intransigencia de los colonos extremistas en Cisjordania es el profesor Zeev Sternhell, un especialista en movimientos fascistas y que ha denunciado insistentemente la ocupación israelí en los territorios palestinos. Sternhell sobrevivió hace una semana a un atentado con una bomba de fabricación casera en Jerusalén. Terroristas judíos de extrema derecha pusieron precio a la cabeza de miembros del movimiento izquierdista Paz Ahora, al cual pertenece Sternhell.

El mensaje está más que claro. Sólo un avance real y concreto en el proceso de paz podrá desactivar la amenaza que representan estos movimientos extremistas. Más aún, de no alcanzarse un acuerdo de paz con los palestinos, se pone en peligro a la democracia israelí y la existencia de Israel como un Estado seguro para sus ciudadanos.

¿Adiós al proyecto de dos Estados?

¿ADIÓS AL PROYECTO DE DOS ESTADOS?
JOSÉ HAMRA SASSÓN
MEDIO ORIENTE, UN MUNDO ENTERO

ANTENA RADIO 107.9 FM
18 DE SEPTIEMBRE DE 2008

Un nuevo movimiento político se gesta en Palestina. Se trata del Grupo Palestino de Estudios Estratégicos conformado por 45 palestinos de distintos sectores: hombres y mujeres, seculares y religiosos, políticos, académicos, activistas sociales y empresarios, tanto habitantes de los territorios palestinos e Israel como de la diáspora palestina.

El objetivo de este grupo plural, de corte básicamente nacionalista y secular, es implementar una nueva estrategia que ponga fin a la ocupación israelí en los territorios palestinos. Lo que sugieren es una estrategia que permita a los palestinos retomar la iniciativa y controlar su destino nacional ante la falta de resultados en el proceso de paz con Israel.

En un documento hecho público el 4 de septiembre, el Grupo Palestino de Estudios Estratégicos (GPEE) establece que en caso de fracasar el proceso de paz, enmarcado en la actual ronda de negociaciones iniciada en Annapolis, entonces será necesario generar cambios en la posición palestina. Recordemos que la iniciativa de Annapolis fue lanzada a finales del 2007 por George W. Bush. En ese momento se estableció el 2008 como límite para lograr un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos bajo la lógica de dos Estados independientes. A lo largo del año los avances han sido ínfimos, si no es que nulos, a pesar de que Washington ha intervenido directamente para presionar a las partes. Sin embargo, el contexto político ha sido poco favorable para concretar un acuerdo. Por diversas razones, tanto los gobiernos de Estados Unidos e Israel, así como la Autoridad Nacional Palestina carecen de la legitimidad necesaria para dar el paso final y necesario.

Es en este contexto que el GPEE establece un límite a la opción de dos Estados independientes como solución al conflicto con Israel. En caso de que Annapolis fracase, dicen, será necesario renovar la estrategia. No obstante, señalan, la primera alternativa aceptable para el GPEE sigue siendo la solución de dos Estados, con una Palestina independiente y soberana en Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental como capital. Sin embargo, este grupo considera que es cada vez más remoto que se concrete este modelo debido a la política israelí en los territorios ocupados. El crecimiento de los asentamientos judíos en tierras palestinas está creando una situación que dificulta cada vez más la creación de un Estado palestino viable. En este sentido, ante el probable fracaso de esta alternativa, la opción es un estado binacional para israelíes y palestinos donde todos sus ciudadanos tendrían los mismos derechos y obligaciones.

De esta forma, el Grupo Palestino de Estudios Estratégicos establece cuatro escenarios que no pueden ser aceptados por los palestinos ya que, señalan, socavan la identidad y los derechos nacionales de los palestinos. Estas alternativas inaceptables son: (1) La prolongación indefinida de las negociaciones ya que perpetúan la ocupación israelí, (2) Un acuerdo provisional de dos estados, con una Autoridad Palestina limitada, (3) una separación unilateral de Israel (como en el caso de Gaza) y (4) el Control de los territorios palestinos por Egipto y Jordania

Así, en caso de que fracase el proyecto de dos Estados como solución al conflicto con los israelíes, este grupo plantea cambiar la estrategia nacional palestina orientada en 4 puntos: (1) Declarar nula la opción de dos Estados como solución viable y que la OLP promueve desde 1988, (2) reconfigurar e incluso desmantelar a la Autoridad Nacional Palestina, (3) lanzar una resistencia “inteligente y moral”, que rechace el terrorismo, a partir de la reforma de la OLP para generar un movimiento de unidad nacional (es decir, integrar a Hamas), obligando a Israel a hacerse cargo directo de los costos de la ocupación y (4) promover, como objetivo final, un Estado binacional para palestinos e israelíes.

El GPEE pretende hacer que lo que desean los palestinos también sea deseable para los israelíes. El primer escenario favorable, insisten, es el de dos Estados independientes, uno judío y otro palestino. Reconocen el derecho de los judíos a un Estado independiente, pero buscan poner fin a 40 años de ocupación militar.

Cambiar la preferencia de los palestinos a un estado binacional en vez de la visión de dos estados tiene como objeto encarecer los costos para los israelíes de la parálisis en las negociaciones. Un Estado unitario, binacional, se convierte en una amenaza al proyecto sionista de un Estado donde los judíos vivan seguros. Además, advierten que es necesario renovar el discurso: no se puede hablar de proceso de paz ni de construcción de un Estado si antes no se pone fin a la ocupación israelí en los territorios palestinos.

La estrategia resulta interesante, pues podría generar un nuevo contexto que obligue seriamente a concretar un acuerdo de paz. Sin embrago, cuenta con una gran limitante que aún debe ser abordada con seriedad y realismo. El documento del Grupo Palestino de Estudios Estratégicos deja por alto el proyecto de Hamas y grupos afines de crear un Estado islámico en todo el territorio que incluye Gaza, Cisjordania e Israel. En otras palabras, el Estado binacional no es compatible con el extremismo de Hamas, por lo que el llamado a una reconciliación nacional palestina se convierte en el principal obstáculo de esta estrategia política.

Dicho lo anterior, será necesario estar atentos en estos meses que le quedan al 2008 para ver como cuaja esta nueva estrategia en el contexto del conflicto palestino - israelí.

jueves, 6 de marzo de 2008

Metástasis

METÁSTASIS

JOSÉ HAMRA SASSÓN

MEDIO ORIENTE: UN MUNDO ENTERO

REVISTA ANTENA RADIO 107.9FM

6 DE MARZO DE 2008

El proceso de paz entre israelíes y palestinos está a punto de colapsar. El ciclo de violencia que se reactivó a principios de año, una vez lanzada la iniciativa de Annapolis y la posterior visita de George W. Bush a la región, entra en un punto de no retorno. De desesperanza. Si se permite la comparación, el estado del proceso de paz es similar al de un paciente con metástasis, donde el cáncer ataca órganos más allá de su origen. Hoy la novedad es que la violencia que se enfocó en Gaza y el sur de Israel ya se reflejó en Jerusalén. Esta noche (6 de marzo) un palestino ingresó en una escuela religiosa judía y disparó contra sus estudiantes. Hay al menos ocho muertos.

Previo a este ataque terrorista, durante la última semana fuimos testigos de una intervención militar israelí en Gaza como resultado del incremento de cohetes Qassam lanzados por militantes de Hamas contra territorio israelí y que a finales de febrero habían matado a un civil. El saldo del operativo de represalia es de 2 soldados israelíes y más de 120 palestinos muertos. Según B’tselem, una organización israelí de derechos humanos, la mitad de estos palestinos eran militantes de Hamas. La otra mitad, civiles, varios niños. Así, Hamas se convierte en víctima, sin serlo, producto de la desproporcionada reacción israelí.

Y es que las víctimas civiles palestinas, estúpidamente etiquetadas como “daños colaterales”, son puntos que el extremismo palestino se anota a su favor. Lo queramos aceptar o no, Hamas es un actor que no debió ser marginado tras su genuino triunfo electoral. En este sentido, Israel, la Autoridad Nacional Palestina, Estados Unidos y la Unión Europea son responsables de su fortalecimiento. La marginación de Hamas implicó, entre otras cosas, castigar colectivamente con un bloqueo económico a un pueblo que vive bajo la ocupación de Israel, que sufre las vejaciones de su ejército en Cisjordania y que vive aterrorizada ante el robo de sus tierras por parte de los extremistas judíos.

En este contexto, la Autoridad Nacional Palestina encabezada por Mahmoud Abbas, simplemente no pinta. No figura fuera de las reuniones diplomáticas que sólo han servido para tomarse fotografías. En buena medida la debilidad del presidente palestino se debe a que los últimos gobiernos de Israel se entregaron al juego del ala más extrema de Hamas, que rechaza el proceso de paz porque no reconoce a Israel. Hamas está a punto de descarrilar la vía diplomática gracias a la fallida estrategia israelí.

Lamentablemente casi todo le ha salido bien a Hamas. Se repuso del asesinato de sus líderes en 2004 y ganó las elecciones palestinas en enero de 2006 gracias a su campaña anti-corrupción. Antes, con la desconexión israelí impulsada por Ariel Sharon en 2005 los integristas palestinos se levantaron como triunfadores. La soberbia del entonces primer ministro israelí no le permitió ver que imponer condiciones a los palestinos sólo fortalecería a los extremistas. La forma en la que Israel abandonó físicamente Gaza, apartando a Mahmoud Abbas del proceso, fortaleció a Hamas, quien se levantó con un triunfo retórico: “la resistencia armada fue más efectiva que los esfuerzos diplomáticas para liberar a Palestina”.

Desde ese entones, los gobiernos de Israel señalan que buscan parar los ataques de Hamas contra su territorio. Nada de lo que han hecho a través del uso de la fuerza ha funcionado. El primer Qassam fue lanzado en abril de 2001. Desde ese entonces, 12 israelíes han muerto a causa de casi 7000 cohetes de fabricación casera. Miles de civiles que viven en ciudades y poblados aledaños a Gaza han padecido los bombardeos casi diarios en los últimos siete años. Viven bajo miedo, incertidumbre y ansiedad las 24 horas del día, sin saber hacia adonde hacerse cada vez que suenan las alarmas que reportan un nuevo ataque. Hoy Hamas, como lo demostró en la última semana, tiene la capacidad de lanzar cohetes con 20 kilómetros de alcance, poniendo en vilo a más centros de población israelí. En siete años ninguna opción de fuerza impulsada por Israel ha sido efectiva para poner fin a los ataques de Hamas. Sólo han empeorado la situación. Así como los cohetes de Hamas contra población civil israelí son un crimen de guerra, de igual forma lo son los bombardeos israelíes que buscan cazar terroristas y no distinguen a civiles palestinos.

Por otra parte, la población palestina sigue padeciendo los efectos de la ocupación israelí. La falta de esperanza es la moneda de cambio. Simplemente para ilustrarlo, este jueves Amnistía Internacional, junto con otras organizaciones de derechos humanos, reveló un estudio que indica que 80% de la población de Gaza recibe ayuda alimenticia y la gran mayoría esta desempleada. Israel no puede abstraerse de esta desgracia humanitaria, consecuencia de la ocupación por casi 4 décadas y del más reciente asedio político, económico y militar. Simplemente no debe.

El fracaso de la más reciente ronda de paz es resultado del miedo en el que viven israelíes y palestinos, presos, en primera instancia, por la incapacidad de sus líderes políticos carentes de coraje para dar los pasos necesarios. Esa ineptitud es capitalizada por los extremistas de ambos lados. Hamas, el Movimiento de Resistencia Islámica, es quien habrá salido triunfador de ella. Si esta lógica persiste, dentro de poco veremos a los ultra-nacionalistas nuevamente gobernando en Israel. La única forma de neutralizar este escenario es la que no se ha intentado: acordar con Hamas un alto al fuego que ponga fin a los ataques entre israelíes y palestinos. Un cese al fuego deseado por miles de civiles en Israel y Palestina, que permita abrir una mínima oportunidad para lograr en el futuro próximo un acuerdo justo de paz.

sábado, 11 de agosto de 2007

¿Se reactiva el proceso de paz?

Casi todo parece indicar que así es. Considero que debe prevalecer un optimismo muy moderado, pero optimismo al fin. Por primera vez en siete años empiezan a soplar vientos en ese sentido en el conflicto israelí - palestimo. Las dudas de siempre se mantienen: ¿Qué tanto resistirán los líderes de Israel y Palestina a los movimientos extremistas? ¿Son genuinos los intereses de quienes hablan de hacer la paz? Construirla es un proceso que está en curso y que no necesariamente depende de los humores políticos.

A continuación presento una versión de la sección "Medio Oriente: Un Mundo Entero" del 8 de agosto. Ahí abordo las perspectivas de paz tras la reunión del pasado del lunes 6 de agosto entre Olmert y Abbas.

Como expreso, la Iniciativa de Ginebra vuelve a cobrar fuerza. Para abundar en esta propuesta, se puede accesar a su sitio de internet aquí. Bien vale la pena darle una revisada. Ademas del borrador de acuerdo de paz, hay una serie de spots en los que israelíes y palestinos promueven este proyecto que está listo desde 2003.

El Acuerdo de Ginebra fue uno de los factores que orilló a Sharon para impulsar la desconexión unilateral de Gaza. Necesitaba un golpe mediático que marginara una iniciativa que demostraba que sí había socio con quién negociar la paz. La desconexión fue una imposición más a los palestinos que fortaleció a Hamas (las consecuencias están a la vista), y que desvió magistralmente la atención de una iniciativa que ponía en riesgo su futuro político.

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PLAY IT AGAIN, SAM…
JOSÉ HAMRA SASSÓN
MEDIO ORIENTE: UN MUNDO ENTERO
REVISTA ANTENA RADIO 107.9FM
9 DE AGOSTO DE 2007
El pasado lunes 6 de agosto se reunieron en Jericó, Cisjordania, el Primer Ministro de Israel, Ehud Olmert y el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas. El objetivo fue preparar un proyecto rumbo a la conferencia internacional de paz convocada por George W. Bush para este fin de año.
Esta es la primera vez que una reunión entre los líderes de Israel y Palestina se realiza en territorio palestino. Sin duda, todo un acontecimiento dado el estado de la relación entre ambas partes. Se abre así, nuevamente, una oportunidad más para la diplomacia. Olmert expresó que estaba entre sus intereses “permitir futuros avances”, dijo, “en el establecimiento de un Estado palestino".
La retórica aún es vaga, pues no se han dado a conocer formalmente los alcances de estos “futuros avances” ni lo que entiende Olmert por “Estado palestino”. Para el premier israelí, estos progresos se concretan por el momento en mecanismos de seguridad y fortalecimiento de instituciones. Los detalles, las letras chiquitas, son las que necesitan ser aclaradas pronto para aprovechar los aires renovados. Aún no hay una posición oficial israelí respecto a las fronteras que delimitarían a ambos Estados, el paso entre Gaza y Cisjordania, el status de Jerusalén, el futuro de los asentamientos judíos y los refugiados palestinos. Si estos temas fundamentales no se tocan, no habrá nada de que hablar.
Sin embargo, es más que simbólico que el primer ministro de Israel haya expresado estas palabras desde Cisjordania. Olmert, como la gran mayoría de israelíes y palestinos, parece entender que la resolución del conflicto pasa por un Estado palestino independiente. Lo que falta hasta ahora es voluntad política, pero los mecanismos diplomáticos se han reactivado en diversos frentes por primera vez en siete años. Por un lado, Olmert ha dado vuelta a la hoja al guión sharonista. Si bien no descubrió el hilo negro, como político pragmático que es, margina la estrategia unilateral de “no-política” impuesta por Ariel Sharon a los palestinos. Abbas por su parte, con el agua hasta el cuello tras el golpe de Hamas en Gaza, ha logrado incluso el compromiso de las milicias ligadas a Al-Fatah para deponer las armas contra la ocupación israelí. Sí, es una nueva oportunidad para la paz entre israelíes y palestinos. Este ánimo se fortalece tras la reanudación de los contactos entre las representaciones diplomáticas israelíes y palestinas en todo el mundo. Así mismo, se ha reactivado la cooperación económica entre las partes junto con la liberación de unos 250 prisioneros palestinos.
En otro ímpetu en la misma dirección, se “filtró” a la prensa una propuesta de Shimon Peres, flamante Presidente de Israel, que rescata de la iniciativa de Paz de la Liga Árabe, la cual garantiza las fronteras del Estado palestino basado en las líneas previas a la guerra de 1967 y la normalización con Israel. El proyecto de Peres sugiere que ambas partes formalicen una base de negociación en la que Israel garantice al Estado palestino un territorio equivalente al 100% de las dimensiones de Gaza y Cisjordania. En otras palabras, establece que algunos asentamientos judíos en Cisjordania no serían desmantelados, siempre y cuando no interfieran con la continuidad territorial de Palestina. A cambio, Israel compensaría ese territorio con una cantidad equivalente de tierras israelíes adyacentes.
Sin decirlo, la propuesta de Peres refrenda la Iniciativa de Ginebra, lanzada a finales de 2003 por políticos y activistas israelíes y palestinos. Este proyecto, que ofrece desde ese entonces un borrador de un acuerdo de paz, rescata ideas que se presentaron antes en Oslo, en la iniciativa de Clinton de diciembre de 2000 y en la “hoja de ruta” de Bush. Pero a diferencia de otros planes, el Acuerdo de Ginebra define claramente los objetivos y determina los principios de un cronograma y mecanismos para su aplicación. También ofrece una solución negociada a los temas centrales, y más sensibles, en el conflicto.
Así pues, un acuerdo ya está más que planchado, pero es voluntad política lo que falta para apuntalarlo y hacer frente a las minorías extremistas que se opondrán por todos los medios a su alcance, como ya lo han demostrado antes. Y este último paso dependerá de la seguridad de los principales negociadores. Si el proceso de paz cae nuevamente como rehén de intereses particulares, no se concretará ningún avance. En ambos casos, poner fin al conflicto se convierte en un salvavidas para mantenerse en el poder. Mientras Olmert es un gris político rodeado de escándalos de corrupción y tráfico de influencias, Abbas requiere de una salida a la escalada de violencia intra-palestina. La urgencia de hacer frente a Hamas en Gaza podría dividir aún más a la calle palestina. Si no hay un proyecto de nación que los palestinos compartan, cualquier esfuerzo de paz con Israel será en vano.
En este sentido, bien valdría la pena cuestionarse si marginar a Hamas es la estrategia adecuada. La precariedad que se vive en Gaza le ha restado popularidad al movimiento islamista, pero no poder militar. Marginarlo, como se pretende desde enero de 2006, no ha sido efectivo. Tampoco suponer que se puede llegar a un acuerdo con los palestinos “cisjordanos” y dejar a los de Gaza a la deriva. Nadie puede asegurar que Cisjordania no se contagiaría de una violente crisis social que surgiría en Gaza si su economía se colapsa, como lo prevé la ONU. La franja, a pesar de estar bajo control de Hamas, no debe relegarse del proyecto nacional palestino.
El reto está ahí: que el proceso de paz que retoman los líderes no sea una mera tabla de salvación. Más ilusiones falsas al pueblo palestino implicaría fortalecer las posturas extremistas, algunas de las cuales ya rebasan la opción de Hamas. No obstante, se abre una nueva ventana de oportunidad para la paz. Como lo hemos mencionado, el camino está trazado. Falta ver que los líderes de Israel y Palestina realmente tengan la capacidad y el valor suficientes para transitarlo y llegar hasta su última parada.