En la última semana me hicieron un comentario verbal sobre el "cambio" que había experimentado Ariel Sharon en sus últimos meses de vida política. Ese cambio que se percibió a raíz de la desconexión de Gaza, no fue más que eso, una percepción.
A continuación presento un artículo que publiqué en diciembre de 2005 en la revista Bien Común No. 132, de la Fundación Rafael Preciado. En él planteo, entre otras cosas, las razones que "obligaron" a Sharon para tomar la decisión de retirar al ejército de Israel y desmantelar las colonias judías de la Franja de Gaza.
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Alcances y Límites de la Desconexión
Por José Hamra Sassón*
La desconexión israelí de Gaza y parte de Cisjordania fue calificada en su momento como un hecho histórico. El operativo inició el pasado 15 de agosto y concluyó, contra todos los pronósticos, tan sólo una semana después e implicó la evacuación de 8,500 colonos judíos de los 21 asentamientos de la franja de Gaza y de otros 1,000 de cuatro al norte de Cisjordania. Israel desmanteló por primera vez en la historia del conflicto con Palestina asentamientos y bases militares de tierras reclamadas por los palestinos para establecer su Estado independiente. Además de histórico, el plan de desconexión resultó sorprendente ya que quien encabezó la decisión fue el primer ministro Ariel Sharon, el padre del proyecto de colonización en los territorios ocupados tras la guerra de 1967.
Pero también es cierto que la desconexión era inevitable. El propio Sharon no pudo haber sido más claro en su mensaje con el que puso en marcha el operativo: “No podemos controlar Gaza para siempre. Más de un millón de palestinos viven ahí y duplican su número en cada generación, viviendo hacinados en los campos de refugiados, empobrecidos y escuálidos, en invernaderos de odio sin esperanza”. Palabras que finalmente calaron en la sociedad israelí después de 38 años de ocupación, dos intifadas y miles de muertos en ambos lados. Y si bien la desconexión fue una vuelta de tuerca necesaria para resolver el conflicto entre palestinos e israelíes, también es cierto que por sí sola es insuficiente para reavivar las esperanzas de paz. A final de cuentas, el proyecto que lanzó públicamente Sharon en diciembre de 2003 es una medida unilateral, cuyo eje es una decisión regida por la fuerza de la imposición y no la negociación. La desconexión fue un fin en sí mismo y no forma parte de una visión estratégica que derive en resolver el conflicto palestino-israelí. Más aún, la desconexión fue una “jugada genial” que permitió a Sharon evadir una serie de presiones internas y externas que ponían en riesgo su futuro político.
En este sentido, con el planteamiento que hizo de la salida unilateral de Gaza el primer ministro israelí desvió la atención de las críticas en torno al llamado muro de seguridad que se construye en Cisjordania. Su levantamiento inició en 2002 después de una serie de sangrientos atentados suicidas en territorio israelí. El proyecto ha sido efectivo para reducir hasta en 90% los ataques terroristas en Israel, pero también ha tenido graves consecuencias para la población palestina. Manipulando los argumentos sobre seguridad, el trazo del muro ha separado a miles de palestinos de sus tierras de cultivo e incluso de escuelas y hospitales, anexando de facto a Israel 8% del territorio de Cisjordania y entorpeciendo la libertad de movimiento de su población. Los críticos del muro, que se construye en buena medida sobre tierra palestina, han señalado que en el fondo se trata de un recurso para que el gobierno de Sharon logre un mayor control israelí sobre Cisjordania. La propia Corte Penal de la Haya determinó en julio de 2004 que la construcción del muro violaba la ley internacional y demandó poner fin a su construcción, así como derribar las secciones existentes. Con la atención desviada a la retirada israelí de Gaza, la presión internacional sobre el muro y sus consecuencias pasaron a segundo término. En ese mismo sentido, el plan de desconexión de Gaza quitó presión internacional sobre el asedio militar israelí contra el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yasser Arafat, quien desde 2002 se encontraba recluido en sus cuarteles de Ramallah.
Respecto al gobierno de Estados Unidos, el proyecto unilateral presentado por Sharon fue decisivo para que la presión que comenzaba a ejercer el gobierno de George W. Bush respecto al cumplimiento de la Hoja de Ruta del llamado Cuarteto se concentrara prácticamente en las exigencias a la Autoridad Palestina de poner fin a los ataques contra Israel. La decisión de Sharon hizo que las demandas a Israel de frenar la política de colonización en los territorios palestinos ocupados se diluyeran. Finalmente, la retirada de Gaza y el norte de Cisjordania implicaba desmantelar asentamientos, con lo que el gobierno de Israel fue eximido por Washington para hacerlo del resto de las tierras ocupadas. Precisamente, en abril de 2004 Bush declaró que era irreal, dados los hechos consumados, pensar que Israel se retiraría de todos los territorios ocupados, tal y como lo exigen las diferentes resoluciones de la ONU que son base de la negociaciones de paz. El discurso estadounidense reforzó la posición israelí al exigir a la ANP, encabezada en ese entonces por Arafat, un cambio de dirigencia como condición para avanzar en las negociaciones. Mientras tanto, otorgaba a Sharon carta blanca para combatir, por un lado, al radicalismo palestino (en particular a Hamas) bajo el pretexto de la “guerra contra el terrorismo” y, por el otro, fortalecer la presencia y el control israelí en Cisjordania y Jerusalén oriental.
La decisión de Sharon para “desconectarse de Gaza” también tuvo efectos en el ámbito interno israelí, sobre todo en lo que se refiere a su popularidad y al crecimiento de una alternativa política generada por los sectores pacifistas de las dos partes. En noviembre de 2003 se dio a conocer la Iniciativa de Ginebra, que incluye un borrador para un acuerdo de paz entre Israel y Palestina. El proyecto, impulsado por parlamentarios de la oposición israelí y funcionarios y legisladores palestinos, así como miembros de organizaciones civiles de ambos lados, ofrece soluciones concretas a asuntos tan sensibles como los refugiados palestinos y Jerusalén. Desde el punto de vista territorial, la iniciativa propone la salida israelí de la totalidad de la franja de Gaza y buena parte de Cisjordania. En el fondo, la Iniciativa de Ginebra lleva como mensaje que, contrario a lo que sostenía (y sigue sosteniendo) el gobierno de Sharon, sí había con quien negociar la paz. El “acuerdo no-oficial” tuvo una buena recepción en la comunidad internacional y la población israelí, contribuyendo en la caída que en ese momento sufría la popularidad de Sharon. A finales de 2003 las encuestas ubicaban la aceptación del primer ministro en tan sólo 34%. Aunada a la perspectiva de un fortalecimiento de la oposición, los índices de popularidad de Sharon eran impactados por al menos dos casos de corrupción que involucraban al primer ministro y sus hijos. En pocas palabras, con el sorprendente anuncio del plan de desconexión Sharon se sacudió la presión de sus críticos tanto en el ámbito interno como en el externo.
Ahora bien, la salida de los colonos judíos y las tropas israelíes de Gaza efectivamente debe ser catalogada como un “hecho histórico” por sí misma, pero los alcances del proyecto son mínimos. Como se ha discutido, la desconexión no buscó resolver el conflicto con los palestinos. Por ejemplo, la escalada de violencia que se registró a finales de septiembre demuestran los límites de la unilateralidad. Errores, irresponsabilidades, falta de tacto, declaraciones y la incapacidad de contención de diversos actores pusieron en evidencia los límites de la salida israelí de Gaza. En este sentido, la falta de una negociación formal no permitió coordinar con la contraparte palestina el desmantelamiento de las colonias judías y la salida del ejército israelí. Esta carencia restó legitimidad a la ANP y fortaleció, en cambio, la posición de Hamas que argumenta que la salida israelí de Gaza fue producto de la lucha armada y el primer paso a la destrucción del Estado judío.
De haberla buscado, una negociación habría permitido retomar el rumbo hacia una solución al conflicto basada en dos Estados independientes. Sin embargo, el movimiento táctico de Sharon no forma parte de una visión conciliatoria. Eso sí, el primer ministro israelí purificó, al menos momentáneamente, su imagen ante la opinión pública internacional y en el terreno de las percepciones el balón pasó del lado palestino. El presidente de la ANP Mahmoud Abbas es ahora presionado para desarmar a las organizaciones radicales y parar el terrorismo, pero su estrategia para hacerlo no es bien recibida por Israel, que lo tacha de “líder débil” y le resta legitimidad como “socio para la paz”. En vez de enfrentarse a Hamas, Abbas busca cooptarlo a través de su participación en las elecciones parlamentarias de enero próximo.
No obstante lo anterior, el hecho es que hoy el ejército y los colonos israelíes están fuera de Gaza y el norte de Cisjordania (aunque Israel mantiene el control en casi todas las fronteras y los espacios aéreo y marítimo). Para la Autoridad Palestina el punto crucial es el futuro económico de Gaza. Abbas podrá legitimar su mandato adquirido en las urnas y exigir el desarme de las organizaciones radicales dependiendo de las posibilidades de generar un desarrollo a corto plazo de la economía palestina. Y para hacerlo, los palestinos requieren, entre otras cosas, del libre tránsito de sus productos agrícolas perecederos, por lo que Israel debe desmantelar las decenas de puntos de inspección militar que obstaculizan el comercio palestino tanto en Gaza como en Cisjordania. Otras necesidades de la economía palestina son el paso que permita conectar estos dos territorios palestinos, la reapertura del aeropuerto y la construcción de un puerto marítimo en Gaza. Estos temas fueron finalmente discutidos a principios de noviembre entre las autoridades de Israel y Palestina. Presionados por la Secretaria de Estado estadounidense Condoleezza Rice, se logró un acuerdo para que la frontera de Gaza con Egipto quedara bajo soberanía palestina. Para responder a las preocupaciones de seguridad israelíes, el paso fronterizo de Rafah será monitoreado por observadores de la Unión Europea. Este avance brindará a los palestinos una relativa libertad de movimiento y podría aliviar en el corto plazo las presiones de índole económico. Además, por primera vez en su historia los palestinos podrán ejercer una suerte de soberanía monitoreada sobre una frontera.
La desconexión de Gaza también tuvo consecuencias en el ámbito interno de Israel. Sharon enfrentó a lo largo del proceso de desconexión una creciente oposición al interior de su propio partido, el Likud. Tanto los rebeldes de su partido como la ultra-derecha israelí y los colonos judíos, otrora aliados naturales de Sharon, lo tacharon de traidor e incluso fue amenazado de muerte. La rebelión puso en peligro su liderazgo a tal grado que el pasado 21 de noviembre el primer ministro en funciones renunció a su partido y solicitó la disolución del parlamento israelí. Ahora Sharon creó una nueva fuerza política con sus aliados con la que busca reelegirse en las elecciones que muy probablemente se realizarán en el primer trimestre de 2006. La formación de un nuevo partido que se augura tendrá el arrastre suficiente para permitir la reelección de Sharon, junto con el surgimiento de un liderazgo renovado en el partido Laborista, ha generado un gran revuelo que podría significar la refundación del sistema partidista israelí.
En conclusión, a pesar de las motivaciones que llevaron a Sharon a “desconectar” a Israel de Gaza, lo cierto es que las condiciones en el terreno de juego han cambiado. En principio, un logro indudable de la decisión unilateral de Sharon es que Israel puede desmantelar asentamientos sin que genere una “guerra civil” entre sus ciudadanos. Sharon finalmente se decidió a hacer lo que sus antecesores laboristas que defendían agendas de paz ni siquiera se atrevieron a proponer: sacar a colonos judíos de tierras palestinas ocupadas. En Cisjordania actualmente hay unos 180 asentamientos donde viven cerca de 400 mil colonos, la mitad de ellos en el área de Jerusalén oriental. Si se aprovecha el momento, se podrán ver en el corto plazo avances en esa dirección, lo que permitiría pensar en una próxima reconciliación entre israelíes y palestinos. Un acuerdo que implicaría la creación de un Estado palestino independiente en Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental como capital. La Iniciativa de Ginebra es una opción que puede convertirse en un modelo práctico para alcanzar un acuerdo final de paz. Este escenario optimista dependerá de muchos factores, entre ellos los resultados de los procesos electorales que se realizarán en enero y marzo en Palestina e Israel, respectivamente. Ambas sociedades tendrán la oportunidad de fortalecer las posiciones moderadas de ambos lados que defienden al diálogo como medio para alcanzar una solución de paz permanente. Sin embargo, está latente el riesgo de que las posiciones extremistas también se fortalezcan en cualquiera de los dos lados. En este caso, sólo podríamos esperar la continuación y el incremento de la violencia. Sin duda, la intervención de la comunidad internacional, (Estados Unidos y la Unión Europea) será vital para presionar a las partes y regenerar la confianza que se requiere para asegurar las condiciones de coexistencia a la que están destinados israelíes y palestinos.
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* Especialista en asuntos del Medio Oriente, columnista de Revista Antena Radio, Horizonte 108 (107.9).
Gaza es una franja territorial de poco más de 360 km2 arrinconada entre Israel, la península del Sinaí (Egipto) y el mar Mediterráneo. Durante la guerra de 1948 fue ocupada por Egipto, la cual administró militarmente hasta que pasó a manos de Israel tras la “Guerra de los Seis Días”. En este minúsculo territorio viven poco más de un millón 300 mil palestinos, 70% de ellos en calidad de refugiados, producto de las guerras de 1948 y 1967. La franja tiene como fronteras 11 kilómetros al Sur con Egipto, 51 kilómetros al Norte y Este con Israel, y 40 kilómetros al Oeste con el mar Mediterráneo. Cisjordania es el territorio de 5,850 km2 que se encuentra entre Jordania e Israel. Tan sólo como referencia, el Distrito Federal de la Ciudad de México tiene un área aproximada de 1,500 kms2.
El jueves 22 de septiembre tropas israelíes emboscaron a tres miembros de Jihad Islámica en Tulkarem, en Cisjordania, lo cual provocó la reacción de la organización que atacó desde Gaza territorio israelí con una serie de morteros. Al día siguiente, 10 mil militantes de Hamas se manifestaron armados en el campo de refugiados de Jabalia en una demostración de fuerza. En el evento estalló un camión cargado de explosivos matando a más de 20 palestinos e hiriendo a otros 140. La explosión fue causada por la torpeza en el manejo de las armas, como revelaron posteriormente las investigaciones de la ANP. Lejos de aceptar su error, el liderazgo de Hamas culpó a los israelíes de lo ocurrido. Acto seguido, radicales palestinos atacaron poblados al sur de Israel con unos 40 proyectiles caseros (Qassam). En represalia, el gobierno de Sharon puso en marcha la operación “Primera Lluvia” y reinició los asesinatos selectivos de presuntos terroristas palestinos.