“Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él.” – Tzvetan Todorov


martes, 25 de noviembre de 2008

"Cómo Obama podría conseguir la paz" de Sélim Nassib

TRIBUNA: SÉLIM NASSIB
Cómo Obama podría conseguir la paz
SÉLIM NASSIB 23/11/2008
El decía que a Obama le sería difícil lograr la paz en Oriente Próximo porque el problema se ha vuelto muy complicado. Yo le respondí que no, que el problema es muy sencillo, el mundo entero conoce la solución, casi da vergüenza repetirla: la paz a cambio de los territorios, dos Estados que convivan uno junto a otro.
Me dijo: "Sí, pero ¿y Jerusalén, los refugiados palestinos de 1948, los asentamientos, el trazado de las fronteras?" Me quedé de una pieza. Le respondí que todo, absolutamente todo, se había discutido mil veces, párrafo por párrafo, con los mapas en la mano; los negociadores llegaron a hacer horas extraordinarias en Ginebra y todos los documentos están listos. Si se quisiera, se podrían firmar de aquí a tres meses.
"¿Pero quieren?", preguntó. Yo respondí: "Ésa es la cuestión, efectivamente". "¿Quién no quiere?", exclamó; y yo vi que esperaba que colocase a los extremistas de las dos partes espalda contra espalda (como en un duelo de pistolas), pero, no señor, lo que le dije fue: "¡Son los israelíes los que no quieren!" Él protestó: "¡Pero si una mayoría se pronuncia por la solución de dos Estados en todos los sondeos!" "Sí", contesté, "pero son esquizofrénicos: quieren la paz pero no interrumpen los asentamientos ni un solo día, da igual que su gobierno sea de izquierdas o de derechas. Siempre es igual, el sol se levanta, el sol se pone, y un nuevo pedazo de tierra palestino pasa por sus manos".
Afirmó que yo tenía mala fe, que se me olvidaba decir que Hamás no quiere la paz, ni Siria, ni mucho menos Irán. Le respondí: "Es verdad. Pero que les den una verdadera Palestina a los palestinos, y la influencia de las ideas de Hamás se fundirá como la nieve al sol. Es lo que pasó cuando se anunciaron los acuerdos de Oslo, hace 15 años. Y, si los palestinos están satisfechos, el mundo árabe, incluida Siria, aplicaría el plan saudí de paz ya aceptado, que prevé la normalización de todas las relaciones con Israel a cambio de la retirada de todos los territorios que se ocuparon en 1967, entre ellos el Golán sirio".
"¡Siempre quedará Irán", objetó, "Irán, que está preparando su bomba atómica, financia a Hezbolá y quiere borrar Israel del mapa!" "Por supuesto", respondí. "Pero ¿qué peso tendría Irán (y Hezbolá) si Israel y el mundo árabe dieran el paso histórico, apoyados por Estados Unidos, Europa, el mundo entero, con cientos de miles de millones de dólares para sostenerlo? ¡Muy poco! No obstante, incluso en ese caso, sería prudente no provocar el enfado de nadie: habrá que otorgar a Irán un premio de consolación, reconocer su importancia regional, por ejemplo. Estoy seguro de que a ese país, que tenía buenas relaciones con Israel antes de los mulás, no le importaría acudir a apoyar la victoria y participar en la fiesta. ¡Y qué fiesta habría!"
Reflexionó un instante y dijo: "Todo eso supone que todavía es posible una solución de dos Estados. Pero la multiplicación de los asentamientos ha hecho que los dos países estén inextricablemente unidos. ¿Cómo separarlos?" "Lo más lógico", contesté, "habría sido no hacerlo, sino orientarse hacia un Estado binacional, con el que, por otra parte, sueñan cada vez más palestinos. Pero no es buena idea: los israelíes no aceptarían así como así el gobierno de la mayoría, que, a fin de cuentas, haría que el país perdiese su carácter judío. Por ahora, los dos Estados sigue siendo la solución más segura, con Israel y Palestina unidos por todo tipo de acuerdos, irrigados por los mismos recursos hidráulicos e integrados en un mercado común regional".
Me preguntó: "¿Y usted cree que Obama va a conseguirlo? ¿Es que acaso cree que es un mago?" Le respondí que no (una verdad a medias), pero que tiene una oportunidad. "¿Cuál?" "Para empezar, sería preciso que Tzipi Livni, la dirigente del partido Kadima, ganase las elecciones del próximo mes de febrero en Israel. Recordemos lo que ha sucedido: Livni rompió las conversaciones con el partido ultrarreligioso Shas porque éste le exigía, entre otras cosas, que, en las negociaciones con los palestinos, no se aborde la división de Jerusalén. Dicha ruptura la obligó a aceptar elecciones anticipadas, pese a saber que su rival de la derecha, Netanyahu, le sacaba ventaja en los sondeos. Pero precisamente esa ruptura hizo que, de la noche a la mañana, se pusiera a su altura. Desde entonces, la campaña, muy abierta, se ha convertido en una elección entre los que están a favor de negociar la paz (con Livni) o en contra (con Netanyahu). Es decir, la cuestión está en manos del pueblo israelí, que ha visto, con la elección de Obama, en qué dirección sopla el viento de la historia".
"¿Bastaría, pues, que Israel vote a Livni?", preguntó, incrédulo. "No es tan sencillo", repliqué. "El sistema electoral israelí hace que los partidos religiosos se encuentren siempre en posición de ser los árbitros, y eso bloquea todo. En realidad, haría falta un maremoto que permitiera a Livni eludir a los religiosos".
Me miró y dijo: "Lo que haría falta es un milagro". Respondí: "Sí, prácticamente". Él preguntó: "Después de todo lo que ha pasado en Oriente Próximo -y lo que no ha pasado-, ¿todavía tiene fe?". Asentí con la cabeza.
Él se encogió de hombros: "En el fondo, usted es un optimista incorregible". Yo respondí en inglés: "Hope dies last (La esperanza es lo último que se pierde)".
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martes, 4 de noviembre de 2008

AÚN ES POSIBLE EL ACUERDO DE PAZ

AÚN ES POSIBLE EL ACUERDO DE PAZ

JOSÉ HAMRA SASSÓN

MEDIO ORIENTE, UN MUNDO ENTERO

ANTENA RADIO 107.9 FM

30 DE OCTUBRE DE 2008

A lo largo de octubre he planteado en esta sección un escenario pesimista sobre el llamado proceso de paz entre Israel y Palestina. A pesar de ello, estoy convencido en la posibilidad real para que israelíes y palestinos alcancen un acuerdo de paz bajo un marco de coexistencia entre dos Estados independientes compartiendo Jerusalén como capital. Sin embargo, en la medida que avanza el tiempo, las probabilidades de alcanzarlo se reducen ante la radicalización de los grupos extremistas de ambos lados, sectores que comparten visiones integristas y, por lo tanto, excluyentes.

No obstante el sentir pesimita, existen ventanas que aún no se cierran por completo, que permiten apostarle a construir escenarios levemente optimistas. Y es en este sentido, advierto de entrada, que corro el alto riesgo de llegar a una interpretación errónea. Pero tengo razones de peso para aventurarme. Por un lado, la Iniciativa Árabe de Paz regresa con fuerza al centro discursivo en el eje árabe – israelí. Esta declaración fue aprobada por la Liga Árabe en 2002 durante la Cumbre de Beirut y ratificada el año pasado en la de Riad. Presentada originalmente como el Plan Saudita, llama a Israel a retirarse de los territorios ocupados en 1967 y atender el problema de los refugiados palestinos a cambio de. La iniciativa ofrece reconocer al Estado judío, declarar el fin al conflicto y normalizar relaciones entre Israel y los países árabes.

Cuando este plan fue aprobado hace seis años, Ariel Sharon, entonces Primer Ministro de Israel, prácticamente lo ninguneó y se concentró en reaccionar a los sangrientos atentados terroristas de Hamas en territorio israelí. A los pocos días, ordenó la reocupación militar de los territorios palestinos y confinó a Yasser Arafat en Ramallah. Hoy el Plan Saudita es nuevamente tema de discusión en la clase política israelí y sigue siendo impulsada por los gobiernos de Egipto, Marruecos y Arabia Saudita, entre otros.

Por otra parte, se abren oportunidades frente al proceso electoral en Israel. Tzipi Livni, quien funge como Primera Ministra designada, desistió en sus esfuerzos de formar una coalición gobernante que reemplace a la de Ehud Olmert. Livni no cedió ante las presiones del partido religioso Shas, que exigía, entre otras cosas, retirar el tema de Jerusalén de las negociaciones con Palestina. Ante la incapacidad de lograr una mayoría parlamentaria, solicitó al Presidente Shimon Peres convocar a elecciones anticipadas.

El movimiento de Livni parece arriesgado, pues no tiene asegurado un triunfo en los comicios que se realizarán a principios de febrero próximo. Su rival más cercano es Benjamin Netaniahu, líder del Likud y quien fuera Primer Ministro en 1996. Netaniahu, responsable de destruir los Acuerdos de Oslo de 1993, se opone a cualquier concesión a los palestinos y se apoya en un discurso ultra-nacionalista y populista basado en el miedo.

El hecho de que Livni no cediera a las demandas sectoriales es un signo de integridad, pues no se dejó secuestrar por intereses particulares. Sin embargo, no la tiene fácil. Recordemos que su partido, Kadima, que se dice de centro, es un sub-producto de figuras que abandonaron el Laborismo y el Likud para apostarle al proyecto de Sharon. Kadima ganó las elecciones de 2006 con relativa facilidad. Sin una línea definida, pero sí pragmática, un sector de Kadima, en el que coinciden Olmert y Livni, reconoce la necesidad de un acuerdo de paz que implique la retirada de israelí de buena parte de Cisjordania, además de Jerusalén oriental. Es decir, han adoptado el programa de la izquierda israelí, renunciando a la fantasía de controlar los territorios palestinos. Precisamente, el reto para Livni será articular a este sector de las sociedades civil y política de Israel en torno a una plataforma de paz. En otras palabras, requiere hacer de las próximas elecciones un referéndum a favor de un acuerdo concreto de paz con Palestina. No es un escenario lejano, ya que, insisto, hay un sector de Kadima convencido de la necesidad de un Estado palestino al lado de Israel como corolario al proceso de paz. Los detalles ya están más que discutidos después de 15 años de negociaciones interminables.

Para concretar esta opción es necesario asociarse abiertamente con los sectores palestinos que comparten esta visión. La Autoridad Nacional Palestina, que encabeza Mahmoud Abbas, también debe organizar comicios a principios del próximo año para que los palestinos elijan un nuevo gobierno. Hamas ya declaró que no reconocerá a Abbas como presidente a partir de enero si no hay elecciones. De hecho, desde la toma armada de la franja de Gaza, no reconoce su autoridad, y lo amenaza para confrontarlo en Cisjordania. Y es ahí donde se abre una interesante oportunidad. Frente a la opción de un nuevo golpe de Hamas y su proyecto islamista, el cual rechaza la mayoría de los palestinos, Mahmoud Abbas puede lanzarse en la misma dirección que Livni. Con un proyecto de paz concreto bajo el brazo, que detalle los fundamentos de un Estado palestino viable, Abbas y su partido, Al-Fatah, también tienen la oportunidad embarcarse en un proceso electoral orientado a un referéndum a favor de un acuerdo de paz con Israel.

El contexto regional, bajo la tutela de la Iniciativa Árabe, y el internacional, con un inminente cambio en la política exterior de Estados Unidos, permiten valorar este escenario. Si Livni y Abbas logran interpretar el nuevo contexto en ese sentido, deberán trabajar en conjunto en un proyecto en común, que dicho sea de paso, sigue siendo el deseo de la gran mayoría de los israelíes y palestinos. Así pues, es permitido reivindicar la veta optimista, a pesar de las pocas probabilidades que actualmente hay para una paz posible entre Israel y Palestina.