“Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él.” – Tzvetan Todorov


jueves, 7 de junio de 2007

Antes y después de los 6 días - 7/06/2007

ANTES Y DESPUÉS DE LOS SEIS DÍAS
JOSÉ HAMRA SASSÓN
MEDIO ORIENTE, UN MUNDO ENTERO
ANTENA RADIO 107.9 FM
7 DE JUNIO DE 2007

El 5 de junio se cumplió el 40 aniversario del inició de la llamada “Guerra de los Seis Días” que libró Israel contra Egipto, Siria y Jordania.
Considerada por los israelíes como una guerra de supervivencia, a la postre esta guerra fue el punto de quiebre del conflicto árabe-israelí, teniendo un impacto en el Medio Oriente en general. En la Guerra de 1967 Israel se expandió territorialmente, con lo qie inició la ocupación de la población palestina en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental, ocupación que cumple cuatro décadas. El resultado de esta guerra también tuvo consecuencias regionales en el plano ideológico. La pérdida de territorio se tradujo en el fracaso del nacionalismo pan-árabe que clamaba por la destrucción de Israel.
En otras palabras, fue un golpe mortal a la ideología populista que había encabezado hasta ese entonces Gamal Abdel Nasser, el presidente de Egipto. El fracaso del panarabismo abonó el terreno para una alternativa ideológica trasnacional en la región, el islamismo fundamentalista, cuyas manifestaciones más extremas son encarnadas hoy en día por Al-Qaeda y otros movimientos afines.
La efeméride nos obliga a repasar los sucesos previos a esta guerra relámpago. Semanas antes del 5 de junio de 1967 el gobierno egipcio radicalizó su discurso contra Israel y llevó a cabo acciones que fueron genuinas declaraciones de guerra. El 19 de mayo Nasser exigió a las fuerzas de paz de la ONU retirarse de la Península del Sinaí. En los días siguientes, Egipto desplegó 100,000 soldados a lo largo de su frontera con Israel y Nasser ordenó el cierre del paso por el Estrecho de Tirán a los buques israelíes, con lo que se impedía su navegación por el mar Rojo. El 30 de mayo Egipto, Siria y Jordania firmaron un pacto de defensa común y el ejército jordano quedó bajo comando militar egipcio. Ese mismo día, Nasser arengó contra la existencia de Israel al señalar que ya no había una fuerza internacional para protegerlo. Según sus palabras, el único método que se aplicaría contra el Estado judío sería “la guerra total”, lo que resultaría en su destrucción.
Bajo este amenazante contexto, la mañana del 5 de junio de 1967 la aviación israelí lanzó un ataque preventivo contra Egipto. En cuestión de horas destruyó 85% de su fuerza aérea, que ante la sorpresa ni siquiera pudo despegar del suelo. Caso a la par, el ejército israelí repelió ataques de Siria y Jordania. Cuando se estableció el cese al fuego, el mapa de la región había cambiado drásticamente. Israel conquistó territorios de estos países árabes: la península del Sinaí de Egipto y el Golán de Siria. Además, ocupó Cisjordania y Jerusalén Oriental anexados por Jordania desde 1948 y la Franja de Gaza, que se encontraba bajo administración egipcia. Territorios, cabe decir, donde vivían palestinos y por los cuales los países árabes no habían hecho algo en las dos décadas previas a 1967.
Con el tiempo, el mapa ideológico también se modificó. Por una parte, se generaron las condiciones propicias para el auge del fundamentalismo islámico como reacción al fracaso del nacionalismo árabe. Por la otra, el resultado de la guerra dio pie a un ambiente de triunfalismo en Israel, que impulsó a los movimientos extremistas nacionalistas y religiosos judíos que hoy tienen en jaque a su democracia liberal.
No obstante, Israel ganó la guerra con una estrategia militar que le aseguraría su existencia como un Estado independiente en Medio Oriente. En 1979 devolvió a Egipto la Península del Sinaí a cambio de un acuerdo de paz. En 1994 Jordania se convertiría en el segundo país árabe en reconocer al Estado judío. Hoy en día Israel y Siria coquetean con reiniciar sus propias negociaciones y se da por entendido que el Golán será la moneda de cambio.
Sin embargo, el meollo del conflicto árabe - israelí no ha sido resuelto. Es más, en estos cuarenta años se ha profundizado. Y es que el triunfo israelí de 1967 implicó también la ocupación de territorio palestino y, por ende, el control de su población. Justamente es Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental donde se vislumbra la creación de una Palestina independiente al lado de Israel. En realidad, lo que se ha enraizado ha sido el control israelí de los palestinos y todos los males que de él se derivan. En cuatro décadas hemos sido testigos de dos intifadas y de la radicalización palestina hacia el extremo terrorista. En buena medida son reacciones al arrebatamiento de tierras palestinas para la construcción de asentamientos judíos, a las decenas de retenes que hacen imposible el libre movimiento de la población, a la marginación de los palestinos de Jerusalén Oriental, al muro que se vergonzosamente divide hoy a Israel de una Palestina subyugada, pauperizada y humillada.
Como lo ha demostrado el paso de tiempo, la ocupación israelí de los territorios palestinos es una carga ética y moral que pone en riesgo la existencia del Estado de Israel desde sus propias entrañas. El triunfo de la Guerra de los Seis Días quedó brillantemente plasmado en los anales de historia. El presente nos dice que la ocupación ha desvirtuado la razón de ser del Estado judío. Es momento de corregir el rumbo, y como fuerza ocupante, Israel debe dar el paso decisivo para re-encaminar el proceso de paz con los palestinos.

El pacto de Ginebra entre israelíes y palestinos - 29/11/2003

El pacto de Ginebra entre israelíes y palestinos
publicado el 29 de noviembre de 2003 en el periódico Milenio Diario de la Ciudad de México.


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El pacto de Ginebra entre israelíes y palestinos
José Hamra Sassón

El 4 de noviembre se cumplieron ocho años del asesinato de Itzjak Rabin, el primer ministro israelí que inició, junto con Shimon Peres, negociaciones de paz con Yaser Arafat y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Para los sectores más radicales de Israel y Palestina, los Acuerdos de Oslo significaron una traición. En el mejor de los casos, un error imperdonable.
Discutibles, estos acuerdos fueron fundamentales para el reconocimiento mutuo entre israelíes y palestinos. El llamado Espíritu de Oslo abrió la posibilidad de hallar la solución a un conflicto que no implicara la destrucción de alguna de las partes. En su lugar, el camino que se trazó establecía la interacción entre ambas sociedades para generar confianza mutua y vencer temores e ignorancia. Pero Oslo fracasó porque acabó siendo rehén de la intransigencia de los sectores más radicales en Israel y Palestina. El resultado han sido los tres años de violencia que han generado un desolado presente y un futuro cada vez más incierto en Medio Oriente.
Es en este contexto que sale a la luz el Acuerdo de Ginebra, iniciativa encabezada por miembros de la izquierda israelí (donde destacan Yossi Beilin, uno de los artífices de Oslo, y el laborista Abraham Burg) y funcionarios palestinos (entre ellos el ex ministro Yaser Abed Rabo y legisladores miembros de Al Fatah). El proyecto rescata ideas que se presentaron antes en Oslo, la iniciativa de Clinton de diciembre de 2000 y la “hoja de ruta”. Entre ellas, afirma que la lógica de paz requiere de un compromiso y que la única solución viable al conflicto israelí–palestino es el establecimiento de dos Estados. Así, retoma las resoluciones 242 y 338 de la ONU como base de negociación. Pero a diferencia de otros planes, el Acuerdo de Ginebra, nombrado así en honor a la mediación de Suiza, define claramente cuáles son los objetivos y determina los principios de un cronograma y mecanismos para su aplicación. También reconoce la necesidad de una participación directa de la comunidad internacional en el proceso.
El documento, que será presentado oficialmente el lunes, establece el retiro de las tropas de Israel de la totalidad de Gaza y buena parte de Cisjordania (a cambio de una compensación territorial) y el desmantelamiento de los asentamientos judíos en territorio palestino. Aborda temas tan sensibles como Jerusalén, que sería capital de los dos Estados y donde ambas partes tendrían soberanía política sobre los lugares santos. En materia de seguridad, precisa un Estado palestino desmilitarizado, pero con fuerzas de seguridad y exhorta a la desmilitarización de la región (incluyendo armas de destrucción masiva). Las partes condenan el terrorismo y convocan a una fuerza multinacional para garantizar la seguridad de las dos entidades independientes.
También ofrece una solución al problema de los refugiados palestinos. Se enumeran varias opciones que permitirían a los cuatro millones de refugiados palestinos elegir un lugar definitivo de residencia: (i) El futuro Estado de Palestina; (ii) terceros países (como Canadá), (iii) el Estado de Israel para casos humanitarios o de reunificación familiar y; (iv) los actuales países de residencia.
El proyecto vislumbra una serie de compensaciones económicas y una comisión internacional de monitoreo. Implícitamente, los palestinos renunciarían a su reclamo al “derecho al retorno” a sus antiguos hogares en lo que es hoy territorio israelí. A la vez, Israel sería reconocido como el Estado del pueblo judío.
Ariel Sharon y su gabinete han tachado esta iniciativa de traicionera y peligrosa. Pero su rechazo y la debilidad del acuerdo son a la vez su mayor fortaleza: establecen una opción al presente. Con ella comienza la revitalización de las posiciones moderadas que ven en el compromiso la pacificación del conflicto palestino–israelí. Siendo perfectible, el Acuerdo de Ginebra demuestra que sí existen interlocutores para negociar la paz.

http://www.milenio.com/mexico/milenio/notaanterior.asp?id=199803

domingo, 3 de junio de 2007

Canción de Cuna - 25/01/2005

CANCIÓN DE CUNA
JOSÉ HAMRA SASSÓN
COLUMNA
ANTENA RADIO 107.9 FM
25 DE ENERO DE 2005


Esta semana se lleva a cabo en el Distrito Federal el 2º Festival Internacional de Cine Judío, con producciones de México, Israel, Estados Unidos, Australia, Canadá e Inglaterra. Un documental en particular llama mi atención: “Canción de Cuna”, una producción israelí del 2004.
“Más de 60 bebés han sido asesinados durante la última Intifada en Israel y los Territorios Palestinos”, de esta forma presenta la directora Adi Arbel el documental “Canción de Cuna”. La motivación de Arbel para lanzar este proyecto está enraizada en las más puras emociones maternas. Según cuenta la directora de “Canción de Cuna”, su hija nació el día en que estalló la segunda Intifada (el 29 de septiembre de 2000). Cuando cumplió 6 meses, un bebé israelí murió por un disparo en la cabeza. Un mes después, un bebé palestino también fue baleado. Esta situación, dice Arbel, fue intolerable. Así, la empatía que se generó a través de la maternidad de la directora con las mujeres que perdieron a sus hijos fue el factor que la motivó a buscar testimonios de esta lamentable experiencia.
Durante casi una hora, 11 mujeres israelíes y palestinas hablan de sus hijos muertos, todos menores de edad, a causa del conflicto que comparten. Los testimonios son desgarradores, llenos de impotencia y en los que la resignación apenas se deja asomar. Igual sale un nudo en la garganta al escuchar a la madre palestina que recuerda a su hijo de 10 años muerto por un misil a las afueras de su casa, que a la madre israelí cuya hija adolescente murió en un atentado en Tel Aviv. Ambos son lamentables casos de terror. Las 11 mujeres, israelíes y palestinas, comparten el mismo dolor.
En pocas palabras, “Canción de Cuna” es un documental crudo y atrevido. Crudo, por la simple razón de que escuchar a 11 mujeres hablar, frente a una cámara, de sus hijos muertos se convierte en una experiencia emocional y reflexiva muy fuerte. El conflicto israelí-palestino deja de ser un asunto de análisis frío y conceptual. El documental obliga a reflexionar en otros términos respecto a las consecuencias reales de una guerra. De cualquier guerra. La maternidad de estas mujeres y la vida de familias enteras son trastocadas sin sentido alguno. Desde esta perspectiva, quizá la más humana, no existen razones políticas, sociales o económicas que sean suficientemente válidas para justificar un conflicto armado, mucho menos para pretender defender a alguna de las partes.
Y “Canción de Cuna” es un documental atrevido porque cruza la línea que separa a los llamados “enemigos”. En una guerra, como la que libran israelíes y palestinos, la propaganda y la retórica que abundan en el discurso de cada una de las partes están concentradas en desvirtuar al otro, en deshumanizarlo. Pero el documental en cuestión hace todo lo contrario. Si bien la tragedia de perder a un hijo enmarca esta producción, lo cierto es que lo hace desde un discurso distinto al de las posturas oficiales, donde las ideologías ni siquiera aparecen.
“Canción de Cuna” se atreve a hacer lo que pocos hacen. Permite escuchar y ver al otro, israelí o palestino, como lo que es: como un simple y llano ser humano que comparte el mismo dolor, los mismos sentimientos. Lo que logra Arbel con esta producción va más allá de entender al otro, se trata precisamentede sentirlo.
Así bien, “Canción de Cuna” no es un documental que permita comprender el conflicto israelí-palestino,pero definitivamente obliga a pensar, desde una perspectiva humana, en las consecuencias de cualquier guerra en la gente real, de carne y hueso.
En el marco del Festival Internacional de Cine Judío, “Canción de Cuna” se proyecta mañana miércoles 26 deenero en la Cineteca Nacional junto con otro documental a partir de las 5 y media de la tarde.

Reflejos y Sombras - 17/11/2005

REFLEJOS Y SOMBRAS
JOSÉ HAMRA SASSÓN
MEDIO ORIENTE: UN MUNDO ENTERO
REVISTA ANTENA RADIO 107.9 FM
17 DE NOVIEMBRE DE 2005

“Juguemos a que existe alguna manera
de atravesar el espejo...”
Lewis Caroll, Alicia A Través del Espejo.

Dicen los que saben que la imagen obtenida en un espejo plano es virtual, una copia del objeto "que parece estar" detrás de él. La imagen está ahí, la vemos en el espejo, simétrica, con profundidad, forma y tamaño reales. Pero en principio el espejo no se puede atravesar, por lo que no podemos tocar la imagen que refleja, mucho menos alcanzarla. Si bien la imagen del reflejo es virtual, lo cierto es que, al menos en el mundo del espejo, objeto y reflejo no existen el uno sin el otro. Se necesitan con la distancia óptima para no desaparecer, ya sea por que alguno de los dos se va, o simplemente porque un choque entre reflejo y realidad provocaría la destrucción del espejo, llevándose entre sus añicos la existencia de ambos. Sin el espejo, no hay oportunidad para la convivencia obligada entre el objeto real y la imagen reflejada. En pocas palabras, en el espejo, uno sin el otro no existe, ni en las buenas ni en las malas.
Hoy en día encontramos procesos políticos paralelos y a la vez contrastantes en Israel y Palestina que podemos abordar bajo la “lógica del espejo”. Procesos que bien podrían ser el reflejo de uno en el otro. Por ejemplo, ambas naciones conmemoraron en días pasados los aniversarios luctuosos de dos líderes que murieron en funciones. En el caso israelí, se cumplieron 10 años del asesinato de Itzjak Rabin, el primer ministro que acabó formalmente con el tabú de no reconocer a la OLP. En Palestina, por su parte, se conmemoró el primer año de la muerte de Yasser Arafat, el líder histórico que a su vez reconoció la existencia de Israel. Ambos personajes son los actores centrales del apretón de manos enmarcado por Bill Clinton en los jardines de la Casa Blanca. La escena que creó esperanzas para la paz se dio en la ceremonia de la firma de los Acuerdos de Oslo, en septiembre de 1993, con los que se daba un giro radical a la relación entre israelíes y palestinos: israelíes y palestinos reconocían su necesidad de co-existir para perdurar. A la vez, Rabin y Arafat simbolizaron, en su momento, al guerrero convertido en hombre de paz.
Sin embargo, el fracaso del proceso de Oslo puso en entre dicho el acercamiento de los dos pueblos, al grado de que los reflejos no permitieron olvidar la imagen de la guerra. Para muchos palestinos, Rabin es el Ministro de Defensa que ordenó “romper los huesos” de los jóvenes palestinos que se manifestaban con piedras contra la ocupación israelí durante la primera Intifada. En el caso de Arafat, su reflejo para la mayoría de los israelíes es el de terrorista y obstáculo para la paz. Más aún, sus imágenes mortales también presentan paralelismos. Las dos cargan con un oscuro halo conspiratorio. Hay quien dice que en el asesinato de Rabin participó un segundo tirador. A Arafat, lo envenenaron, posiblemente uno de sus allegados. Teorías que empañan las imágenes, virtuales o reales, que se reflejan en el espejo.
Hoy en Israel y Palestina también se viven procesos políticos paralelos. Por una parte, el liderazgo de Ariel Sharon es fuertemente cuestionado por la ultra-derecha israelí y los rebeldes de su partido, el Likud, que no le perdonan la desconexión de Gaza. Desde su cosmovisión, el primer ministro renunció a una porción de la Tierra de Israel, contraponiéndose a la promesa divina. Por su parte, Mahmoud Abbas sobrevive todos los días en el fuego cruzado entre el gobierno israelí y el radicalismo palestino, por lo que no termina de legitimar su autoridad al interior del partido (Al Fatah) que heredó de Arafat.
Desde otro ángulo de la cara israelí del espejo, el gobierno de Sharon se extingue, ya que su principal socio en la coalición, el Partido Laborista, ha dejado de ser su comparsa para la imposición unilateral. El nuevo líder del laborismo, Amir Peretz, de extracción sindical, asume una posición combativa respecto a la política económica y retoma la bandera de la negociación. El razonamiento del Laborismo rejuvenecido es que un acuerdo de paz con los palestinos traerá beneficios económicos para ambas partes. En principio, habrá comicios generales en Israel en el primer trimestre del año 2006. En Palestina las elecciones parlamentarias están programadas para enero. Sin embargo, desde este punto, el lado del espejo palestino es cóncavo y muestra la cara inversa. La alternativa a Mahmoud Abbas, que defiende el diálogo con los israelíes, es la de Hamas, que no reconoce al Estado judío, ya que dicen, ocupa Tierra Islámica.
La “lógica del espejo” también guarda secretos que sólo son descubiertos si hay la creatividad suficiente y el valor necesario. Así como lo hizo Alicia, la de Lewis Caroll, que juega a que se puede atravesar el espejo sin romperlo. A pesar de los tambores de guerra, hay decenas de estos casos en la relación entre israelíes y palestinos. Quizá uno de los más dramáticos es el de Ahmed al Yatib, un niño palestino de 12 años que el 3 de noviembre murió por el disparo de un soldado israelí. Los padres de Ahmed donaron sus órganos para ser trasplantados a seis pacientes israelíes, con lo que salvaron sus vidas. La diferencia con Alicia es que este caso no se trató de un sueño. El dilema de atravesar el espejo se resuelve cuando el objeto se logra compenetrar con su reflejo, no obstante el conflicto. Coexisten más allá de la existencia independiente de cada uno de ellos, sin necesidad de destruirlo.

Danza con cuervos

Uno de los personajes de Carlos Ruiz Zafón en La Sombra del Viento, dice que “los pueblos no se miran nunca en el espejo y menos con una guerra entre las cejas”. Tarde o temprano israelíes y palestinos tendrán que atreverse a hacerlo para descubrir, reconocer y superar humildemente sus aspectos más negativos. Cuando lo hagan, podrán atravesar el espejo que los refleja sin romperlo.

Israel Frente al Espejo - 05/04/2002

El 5 de abril de 2002 salió publicado en el periódico Reforma "Israel Frente al Espejo". El artículo marcó un antes y un después en mi vida profesional (como periodista y analista sobre asuntos del Medio Oriente) y personal (como judío y mexicano frente a la Comunidad Judía de México). Y fue un parteaguas porque al hacer público mi rechazo a la política oficial del gobierno de Israel hacia los palestinos (en ese entonces encabezado por Ariel Sharon) recibí una serie de críticas desde el interior del marco comunitario ya que "alimentaba el antisemitismo con mi postura anti-israelí". Desde ese entonces, los dedos flagelantes (reales e imaginarios) no dejan de resaltar lo que etiquetan como postura "pro-palestina" y hasta "anti-judía". Eso sí, la crítica por lo general fue indirecta. Pocos de los muchos que rechazaron en ese entonces el escrito se atrevieron a abrir un diálogo sobre el tema. Yo tampoco lo hice, creo por estar emocionalmente agotado. En contraparte, amigos no-judíos me felicitaron por la "objetividad" de mi artículo. De una u otra forma, este episodio acabo limitándome, víctima de una paranoia que en buena medida me ha dejado en paz. Lamento lo anterior cuando la intención de mis artículos es clara: favorezco un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos, basado en dos Estados independientes, con Jerusalén como capital compartida. La co-existencia es fundamental para que esta solución, la menos injusta, pueda concretarse.

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Israel frente al espejo
Por
José Hamra Sassón*
Análisis
Es una vergüenza que el actual Gobierno de Israel no logre ver su reflejo en el espejo. Es una pena también que Ariel Sharon no tenga nada que aprender de la historia y que el móvil de sus acciones sea la lucha en términos personales que mantiene con Yasser Arafat. No por nada se ha arrepentido públicamente en más de una ocasión por no haber liquidado al líder palestino cuando hace 20 años lo tuvo a salto de mata en Beirut.
Aunque no fue la primera vez, fue precisamente durante la guerra del Líbano que el Ministro de Defensa Sharon tuvo la oportunidad de usar la fuerza y los engaños para imponer condiciones supuestamente favorables a Israel. Entre sus motivaciones principales estaba acabar con la influencia que Arafat ejercía desde Beirut entre la población palestina de Gaza y Cisjordania. Eliminando en ese entonces a Arafat, Sharon supuso que manipularía a favor de su proyecto integrista el devenir de los territorios palestinos ocupados en 1967.
Sin embargo, su aventura por El Líbano trajo como corolario la carnicería de Sabra y Shatila, el surgimiento de nuevos enemigos de Israel -como el Hizbollah-, una desmoralizante ocupación del sur libanés, la división de la sociedad israelí y una primera Intifada en la que la población palestina en los territorios ocupados cobró conciencia de sí misma como sociedad que aspira a su independencia.
Hoy Sharon se aferra a la idea de seguir imponiendo condiciones a los vecinos de Israel mediante el uso de la fuerza. Ignorante del mundo árabe, ignorante, incluso, de su propia historia, el Premier israelí aún piensa que a través de una poderosa maquinaria bélica brindará "paz y seguridad" a sus gobernados.
Lo cierto es que Sharon carece de una visión clara sobre un acuerdo de paz con Palestina. De hecho, no le interesa en los términos del compromiso y justicia, por lo que ha buscado el efecto contrario. Sin medir consecuencias, embarcó a la sociedad israelí en una política represora del pueblo palestino con el fin de reestablecer su caduca concepción del Medio Oriente.
Y en este sentido, Sharon también tiene antecedentes. En 1980, cuando fue Ministro de Agricultura, impulsó directamente un plan de colonización de los territorios ocupados con el fin de asegurar que Cisjordania se convirtiera en un "escudo de seguridad permanente" frente al mundo árabe.
Más de dos décadas después, y sin importar que el Medio Oriente cambió desde entonces (además del acuerdo de paz con Egipto, se firmó uno con Jordania, con Palestina se habían asentado las bases para otro definitivo y apenas la semana pasada la Liga Arabe aprobó la Declaración de Beirut que vislumbraba que la normalización con Israel es posible), el Estado de Israel es rehén de unos 300 mil colonos integristas judíos y de la fragilidad de un sistema político que ha paralizado y disminuido a las fuerzas progresistas de Israel.
En los últimos años, la alianza de Sharon con el movimiento nacional-religioso judío, que busca "redimir" a cualquier precio los territorios palestinos, le permitió mover las piezas del tablero a su favor, destruyendo la posibilidad de retomar las negociaciones con Palestina.Negociaciones que implicaban la independencia de un Estado palestino en Gaza y Cisjordania con una capital compartida en Jerusalén. Negociaciones que, a final de cuentas, ponían en riesgo las ambiciones territoriales de la ultraderecha y la vigencia ideológica del extremismo judeo-israelí.
De ahí la lógica del uso de la fuerza y no de la mesura que han caracterizado a Sharon en discurso y acción desde que hizo acto de presencia en la Explanada de las Mezquitas/Monte del Templo.
Ya en el poder, paulatinamente socavó lo poco que quedaba del proceso de Oslo: el reconocimiento mutuo, precisamente el fundamento de lo que pudo ser una reconciliación histórica. Si bien es cierto que la Autoridad Nacional Palestina se ha caracterizado por ser autocrática, corrupta e incapaz de atender las necesidades del pueblo palestino, también es cierto que el asedio constante a Yasser Arafat sirvió para minar su autoridad frente al integrismo palestino que no desaprovechó la oportunidad para realizar ataques terroristas, y así poner de su parte en la destrucción del proceso de paz. En otras palabras, los radicales de ambas partes unieron esfuerzos para cumplir con su objetivo: acabar, por ahora, con las posibilidades de un compromiso de paz y coexistencia.
El círculo de violencia se mantendrá en la medida que Sharon y su gris coalición mantengan los injustificables castigos colectivos como respuesta a los también injustificables ataques de los terroristas palestinos contra civiles israelíes.En esa medida se fortalecerá el extremismo palestino y se dividirá la sociedad israelí (aunque tímidamente, hace unos meses empezaron a resurgir las voces en Israel que se oponen a represión de la población palestina).Y como es de suponer tras la ola de atentados de los últimos días, la "guerra contra el terrorismo" de Ariel Sharon está condenada al fracaso, aunque termine por destruir a la ANP.
En estos días, los judíos celebramos Pésaj, la festividad que recuerda el éxodo de Egipto. Es la fiesta de la libertad del pueblo judío. Libertad inalcanzable cuando precisamente se le niega esa opción a su vecino.Y es que la lucha por la libertad del pueblo palestino es la lucha por la libertad del pueblo judío.
Pero para entenderlo, primero hay que ver al otro en el espejo. Reconocerlo y aceptarlo, cosa que el Israel de Sharon es incapaz de hacer. Muy por el contrario, se ha encargado de envilecerlo, denigrarlo y humillarlo.
Y así se comporta Sharon, como el Faraón de la historia bíblica: terco y soberbio se niega a ver el sufrimiento del otro pueblo que exige vivir en libertad. Y como al Faraón, los atentados terroristas, plagas del siglo XXI, seguirán recayendo sobre su propia nación mientras persista su arrogante visión del Medio Oriente. Sharon es el Faraón prepotente que hace oídos sordos al reclamo de libertad del pueblo al que reprime y que supone tener la fuerza suficiente para no perder el control ante las plagas que castigan al suyo.
¿Tendremos que esperar a que los gobernantes de Israel se enfrenten al ángel de la muerte y sea demasiado tarde para tomar una decisión que finalmente tendrán que tomar? Todo dependerá de qué tan pronto se desempañen los lentes del mundo judío para que Israel se pueda ver reflejado en el espejo palestino.

* Director de Noticias de Canal Once, tiene una maestría en Ciencia Política por la Universidad de McGill.

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