“Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él.” – Tzvetan Todorov


viernes, 29 de diciembre de 2017

La ocupación desplaza el eje entre "nosotros y ellos".


Dos textos dos, que dan cuenta de la resistencia de jóvenes adolescentes a la ocupación israelí en los territorios palestinos.  Jóvenes de edades similares y motivados por el mismo rechazo.  Jóvenes de Israel y Palestina que resisten a la ocupación sin recurrir a las armas, que en el papel se encuentran en el frente contrario, pero en la acción son motivados por su necesidad de cambiar la inmoralidad de una realidad injusta.  La ocupación no es normal.

El primer texto se titula My Daughter, These Are Tears of Struggle, y es una columna escrita por el padre de Ahed Tamimi, la joven activista palestina que está presa en Israel desde hace una semana tras haber abofeteado a dos soldados israelíes a las afueras de su casa, en Nabi Saleh.  Su imagen ha dado la vuelta al mundo.  Más allá de cuestionar una probable provocación por parte de Ahed, el meollo del asunto son los más de 50 años de ocupación y la violación sistemática de los derechos humanos y políticos de millones de palestinos.  En ese tenor, el segundo texto da cuenta de un grupo de la carta dirigida Netanyahu y firmada por más de 60 jóvenes israelíes donde expresan su rechazo para hacer el servicio militar obligatorio.  La razón: se niegan a participar de la represión en los territorios ocupados:   'We Won't Take Part in Occupation': Dozens of Teens Refuse to Enlist in Israeli Army in Letter to Netanyahu.  La ocupación israelí de los territorios palestinos no es normal.  No es normal que jóvenes repriman a jóvenes.  La ocupación corrompe a ambas sociedades.  La ocupación deshumaniza a palestinos e israelíes por igual, a oprimidos y opresores.


Contrastar ambos textos obliga a desplazar el eje que tendemos a colocar entre bandos que las miradas maniqueas reducen en “nosotros y ellos” como contrarios.  El nosotros, en este caso, crea lazos entre los que se oponen a una ocupación colonialista frente a quienes no se oponen, ya sea por razones ideológicas, por negación (desconocimiento activo), por cobardía o por simple ceguera moral.  (Más sobre el significado de "ellos" y "nosotros", aquí).

Dos textos dos (+ un pilón y un video):

My daughter, these are tears of struggle Ahed Tamimi's father: I'm proud of my daughter.
By Bassem Tamimi | Dec. 29, 2017 |
This night too, like all the nights since dozens of soldiers raided our home in the middle of the night, my wife Nariman, my 16-year-old daughter Ahed and Ahed’s cousin Nur will spend behind bars. Although it is Ahed’s first arrest, she is no stranger to your prisons. My daughter has spent her whole life under the heavy shadow of the Israeli prison — from my lengthy incarcerations throughout her childhood, to the repeated arrests of her mother, brother and friends, to the covert-overt threat implied by your soldiers’ ongoing presence in our lives. So her own arrest was just a matter of time. An inevitable tragedy waiting to happen            
Several months ago, on a trip to South Africa, we screened for an audience a video documenting the struggle of our village, Nabi Saleh, against Israel’s forced rule. When the lights came back on, Ahed stood up to thank the people for their support. When she noticed that some of the audience members had tears in their eyes, she said to them: “We may be victims of the Israeli regime, but we are just as proud of our choice to fight for our cause, despite the known cost. We knew where this path would lead us, but our identity, as a people and as individuals, is planted in the struggle, and draws its inspiration from there. Beyond the suffering and daily oppression of the prisoners, the wounded and the killed, we also know the tremendous power that comes from belonging to a resistance movement; the dedication, the love, the small sublime moments that come from the choice to shatter the invisible walls of passivity.
 “I don’t want to be perceived as a victim, and I won’t give their actions the power to define who I am and what I’ll be. I choose to decide for myself how you will see me. We don’t want you to support us because of some photogenic tears, but because we chose the struggle and our struggle is just. This is the only way that we’ll be able to stop crying one day.”
Months after that event in South Africa, when she challenged the soldiers, who were armed from head to toe, it wasn’t sudden anger at the grave wounding of 15-year-old Mohammed Tamimi not long before that, just meters away, that motivated her. Nor was it the provocation of those soldiers entering our home. No. These soldiers, or others who are identical in their action and their role, have been unwanted and uninvited guests in our home ever since Ahed was born. No. She stood there before them because this is our way, because freedom isn’t given as charity, and because despite the heavy price, we are ready to pay it.
My daughter is just 16 years old. In another world, in your world, her life would look completely different. In our world, Ahed is a representative of a new generation of our people, of young freedom fighters. This generation has to wage its struggle on two fronts. On the one hand, they have the duty, of course, to keep on challenging and fighting the Israeli colonialism into which they were born, until the day it collapses. On the other hand, they have to boldly face the political stagnation and degeneration that has spread among us. They have to become the living artery that will revive our revolution and bring it back from the death entailed in a growing culture of passivity that has arisen from decades of political inactivity.
Ahed is one of many young women who in the coming years will lead the resistance to Israeli rule. She is not interested in the spotlight currently being aimed at her due to her arrest, but in genuine change. She is not the product of one of the old parties or movements, and in her actions she is sending a message: In order to survive, we must candidly face our weaknesses and vanquish our fears.
In this situation, the greatest duty of me and my generation is to support her and to make way; to restrain ourselves and not to try to corrupt and imprison this young generation in the old culture and ideologies in which we grew up.
Ahed, no parent in the world yearns to see his daughter spending her days in a detention cell. However, Ahed, no one could be prouder than I am of you. You and your generation are courageous enough, at last, to win. Your actions and courage fill me with awe and bring tears to my eyes. But in accordance with your request, these are not tears of sadness or regret, but rather tears of struggle.
Bassem Tamimi is a Palestinian activist.


'We Won't Take Part in Occupation': Dozens of Teens Refuse to Enlist in Israeli Army in Letter to Netanyahu.






Dozens of Israeli teens: 'We refuse to enlist out of a commitment to peace'

Leer la nota aquí: https://972mag.com/dozens-of-israeli-teens-we-refuse-to-enlist-out-of-a-commitment-to-peace/131995/

Entrevista con Mattan Helman:



jueves, 12 de octubre de 2017

“¡Ay, Jerusalén…!”, otra vez. (2016)

A finales de 2016 escribí este artículo que se publicó en la revista de la Comunidad Bet-El de México.  Hoy lo retomo ya que la decisión de Trump para "retirar" a Estados Unidos de la UNESCO responde, entre otras cosas, al "sesgo anti-israelí" del organismo.  Mi lectura de lo que pasa en ese y otros organismos internacionales difiere de esa postura que considero corta de alcances.  

En el fondo, me parece que es un pleito que se da en la tramoya y que nos distrae del problema central: 50 años de ocupación israelí de la población palestina en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental y de su impacto negativo para ambas sociedades.



“¡Ay, Jerusalén…!”, otra vez.
José Hamra Sassón

En mayo de 1994 escribí para Desde Bet-El (número 62) un artículo que se titulaba “¡Ay, Jerusalén…!”.  Señalaba sobre la necesidad de debatir el futuro de la “Ciudad de la Paz” en el marco de las negociaciones de ese entonces entre Israel y la OLP.  Hace 22 años ya era tema pensar en Jerusalén como una capital compartida para dos Estados.  El tiempo pasó y al menos se pueden concluir cuatro puntos indiscutibles: (1) por diversas razones las negociaciones de paz han resultado en un sólido fracaso; (2) el tema de Jerusalén sigue siendo central en la relación política -incluyendo sus matices religiosos- entre Israel y Palestina; (3) la ciudad de Jerusalén, en su contexto sociopolítico actual, está más dividida que nunca; y (4) la falta de un acuerdo de paz sigue habilitando a la violencia entre las partes. 
La efeméride viene a colación tras el voto de la resolución del 13 de octubre pasado en el Consejo Ejecutivo de la UNESCO.  Quien haya tenido el interés y cuidado de leer el texto se percatará que no niega la importancia de la Ciudad Vieja de Jerusalén ni sus murallas para el judaísmo.  El párrafo tercero es claro y explícito al respecto[1].  El párrafo 36 se refiere en el mismo sentido a la situación en Hebrón.  No está de más reiterar que los lazos judíos con los lugares santos en Jerusalén son incuestionables.  Eso tampoco se pone en duda en la resolución y no es necesario un aval internacional que confirme los vínculos identitarios y emocionales de ningún colectivo con ningún espacio real o simbólico.  No obstante, me pareció lamentable que la resolución aprobada haya evitado la doble nomenclatura para referirse a los lugares santos.  No haber incluido tanto los nombres reconocidos por el judaísmo como por el islam resultó un cálculo errado por los promotores de la resolución para impulsar los intereses de quienes propusieron el texto: llamar la atención por lo que consideran la des-palestinización de Jerusalén oriental, entre otros temas.  
Una vez aprobada, la discusión se desvió por completo y no se habló de lo que condena.  La resolución es clara: es una denuncia fuerte a las acciones de Israel, como fuerza de ocupación (sancionada así por la ley internacional), a lo que consideran amenazas al patrimonio religioso, educativo y cultural de los palestinos en Jerusalén oriental, Gaza y Hebrón.  Mi primera invitación es a leer el texto y cuestionar a qué se debe la reprobación puntual a las situaciones específicas que ahí se detallan.  En el caso específico de Jerusalén, alerta sobre lo que se considera el peligro que corren los lugares santos del islam bajo las condiciones políticas impuestas por los gobiernos de Israel.  Condiciones que incluso contravienen lo estipulado en el acuerdo de paz del Estado judío con Jordania.  La resolución, en resumen, condena enérgicamente, con descripciones, palabras y términos -que en efecto, resultan incómodos-, las acciones unilaterales del gobierno de Israel. 
Cierto es que la resolución in-visibiliza la presencia judía en Jerusalén ya que no es ese el objetivo del texto, pero no la niega.  Sin embargo, la unilateralidad por parte del texto demeritó la posible acción diplomática y, como hemos visto, abonó a los puntos de vista menos conciliatorios.  Shimón Peres afirmaba que la paz se hace con los enemigos y que para bailar tango se necesitan dos.  Evitar mirar al otro, no entrar en contacto, es un baile de sombra.  El desmedido escándalo mediático y en las redes sociales posterior al voto, incluida la impresentable actuación de la diplomacia mexicana, terminó por desviar la atención de lo que ahí se condena. 
Me parece importante recordar que ningún país del mundo reconoce la anexión de 1980 de Jerusalén oriental a la soberanía israelí.  La ley internacional, a través de la Convención de Ginebra, es igualmente clara respecto a las fuerzas de ocupación, a las cuales prohíbe llevar acciones unilaterales que alteren el status quo del territorio ocupado hasta que, entre otras cosas, se suscriba un acuerdo de paz entre las partes en conflicto. 
Habría que preguntarse también por la insistencia palestina en la UNESCO. La resolución en cuestión no fue la primera ni será la última que emana de un órgano internacional.  Lo sucedido hasta octubre permite entender al menos tres cosas: (1) la violencia no es el camino para concretar las aspiraciones nacionales de los palestinos; (2) las negociaciones con Israel, hasta el momento, tampoco. En ese sentido, (3) recurrir a instancias internacionales le permite a la Autoridad Palestina del Mahmoud Abbas impulsar sus intereses frente a la profundización de la ocupación israelí.  Estas acciones le permiten al debilitado liderazgo palestino nivelar un poco el tablero frente a su contraparte israelí, aunque sea simbólicamente.
Quizá una virtud del deficiente texto de la resolución está en esa lectura necesaria que debe hacerse: la unilateralidad resulta igualmente incómoda para cualquiera de tantas partes que de alguna forma es tocada por el conflicto palestino-israelí.  Y sí, en el mismo sentido, poco aporta a los esfuerzos que buscan una vía pacífica.  Particularmente sobre Jerusalén, el consenso de un futuro acuerdo de paz entre Israel y Palestina es claro: la ciudad sería una capital compartida de cielos abiertos, bajo los principios de soberanía de los lugares santos establecidos en los parámetros Clinton de 2001: los lugares judíos bajo soberanía israelí; los musulmanes y cristianos, bajo soberanía palestina.  Todos con libertad de acceso y movimiento sin importar el credo o nacionalidad.  Jerusalén, por su alto valor simbólico, por su profundo peso espiritual, no puede ser negada a nadie.  Ese clamor se escucha en el texto de la resolución.  En este sentido, también es congruente apuntar al triste déficit en la pluralidad judía que rige en Jerusalén en el actual estado de las cosas.  
Así, darse la oportunidad de reflexionar sobre el contenido y contexto de la famosa resolución de octubre obliga a preguntarse cuáles son los efectos para Israel y el mundo judío tras 50 años de ocupación de los Territorios Palestinos.  De acuerdo al legado de Itzjak Rabin, que fue asesinado por querer asegurar un Israel democrático y judío, en esos territorios se vislumbra el establecimiento de un Estado palestino en Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental.  En la visión de Rabin, Israel dejará de ser democrático o judío sin un Estado palestino como vecino.  Desde esa perspectiva, es necesario abrir el espacio para una discusión informada y sin tapujos sobre temas que sin duda nos conciernen y afectan.  50 años de ocupación israelí es un jubileo anti-climático que bien merece unos minutos de reflexión y discusión constructiva.



[1] Cito textual del texto en su versión en inglés: Affirming the importance of the Old City of Jerusalem and its Walls for the three monotheistic religions, also affirming that nothing in the current decision, which aims, inter alia, at the safeguarding of the cultural heritage of Palestine and the distinctive character of East Jerusalem, shall in any way affect the relevant Security Council and United Nations resolutions and decisions on the legal status of Palestine and Jerusalem, http://unesdoc.unesco.org/images/0024/002462/246215e.pdf.   

jueves, 25 de mayo de 2017

Por qué debemos llevar luz a la oscuridad de Israel

Por qué debemos llevar luz a la oscuridad de Israel
Daniel Bar-Tal *

Asumir responsabilidad es probablemente uno de los retos esenciales que enfrentan los seres humanos; ya sea responsabilidad hacia uno mismo, hacia su propio grupo o nación, o hacia otros.  Asumir responsabilidad significa precisamente eso: que la persona decide libremente asumir responsabilidad para rectificar lo que percibe como una falta moral.
Dos historias de mi familia me han guiado a través de la vida.  En 1939, mi madre, cuando tenía 27 años, fue urgida por su ansiosa abuela localizar a las unidades del ejército soviético, estacionadas a las afueras de su nativa Chelm, al este de Polonia, para instarles a regresar a la ciudad y prevenir así que los judíos fueran atacados.
Un oficial soviético le dijo: “No puedo regresar la unidad a Chelm porque recibí órdenes de retirarme.  Pero yo soy judío y sé lo que los nazis alemanes harán con los judíos.  Mi sugerencia es que subas en el camión y viajes hacia el este con nosotros, esta es tu única oportunidad de sobrevivir.”  Mi madre evaluó la situación en el acto y decidió subir al camión.  Ella sobrevivió, pero casi ninguno de los judíos que quedaban en Chelm lo logró; tampoco el resto de su familia en Varsovia.
La segunda historia se refiere a la hermana de mi madre, que tenía 16 años cuando estalló la guerra y fue trasladada al Gueto de Varsovia, donde se unió a un grupo de resistencia judía.  En 1942 su hermano la llevó con una familia polaca en el lado ario de Varsovia, pero al año siguiente la llamaron para regresar al gueto y participar en un levantamiento infructuoso para mostrar al mundo que los judíos podían resistir a su exterminio.  Nunca supimos lo que le pasó.  Ella desapareció en la conflagración de la lucha judía por la libertad.
En ambos casos, la responsabilidad se tomó con mucha seriedad para elegir la libertad: mi madre optó por la supervivencia personal, mientras que su hermana lo hizo por la solidaridad grupal y una muerte casi segura.
El judaísmo responsable se basa en la cultura judía y el aprendizaje. Todos los libros sagrados, incluida la Biblia judía, contienen mandamientos diferentes, a menudo contradictorios.  Sin embargo, como judíos responsables tenemos el deber de pensar, evaluar y elegir lo que nos parece moral y justo.
Rabí Hillel resumió la Torá con una breve frase: “Todo aquello que es odiado por ti, no lo hagas a tu prójimo”.  Nuestras experiencias de conversiones forzadas, expulsiones y pogromos deben convertir la enseñanza de Hillel en una brújula moral para nuestro comportamiento futuro.  Esto nos obliga a erradicar las inclinaciones racistas, antidemocráticas, nacionalistas y totalitarias de los sistemas políticos, sociales y educativos.
Años más tarde mi madre regresó a Polonia con otros supervivientes para ver las tumbas que quedaban.  Había sacado una lección básica de su destino: sería una judía responsable que optara por una vida moral de justicia, libertad, igualdad y paz.  Ya entrada en sus ochenta, se unió a un grupo de “Mujeres de Negro” convocando el diálogo con el enemigo palestino.  Fue su decisión inequívoca y libre pararse allí, manteniéndose firmemente convencida de que nosotros, como judíos, debemos luchar activamente para traer paz y justicia a nuestra tierra en conflicto.
En el espíritu de Tikkun Olam (literalmente, reparación del mundo) y en la tradición de los profetas, muchos judíos han luchado contra las políticas inmorales, represivas y antidemocráticas en todo el mundo: en los Estados Unidos por la libertad y los derechos humanos; en Sudáfrica contra el mal del apartheid, o en Argentina contra la dictadura militar.
No obstante, las batallas por un mundo mejor aún no han terminado.  Vivimos en un mundo donde la oscuridad está escalando.  Como judíos responsables debemos responder siempre que la moral sea profanada, la justicia derrotada, la igualdad negada o los derechos humanos violados.
50 años de la ocupación israelí es una oscuridad que riñe con los sueños de los padres fundadores del Estado judío.  Durante medio siglo, millones de palestinos han vivido bajo la ocupación israelí; situación que trae consigo más derramamiento de sangre y debilita el tejido democrático y moral de la sociedad israelí.
El movimiento Salva a Israel – Detén la Ocupación (Save Israel-Stop theOccupation, SISO) pretende unir a los judíos de todo el mundo hacia el objetivo de asumirse responbles, en el espíritu de igualdad, justicia y libertad, y como expresión de nuestra preocupación y amor por Israel.  El costo del silencio excede por mucho el costo de la participación en términos tanto de nuestra identidad judía como de la naturaleza del futuro de Israel.
Tal como y como se ordena en Levítico 25:10: “Y Santificareis el año cincuenta y pregonareis la libertad en toda la tierra para todos sus moradores.  Será un jubileo para ti; y cada uno volverá a su posesión; y cada uno volverá a su familia”.  Como judíos responsables entendemos: una nación no puede ser libre cuando priva a otra nación de su libertad.  Nuestra voz debe ser escuchada – “libertad para los palestinos”.

* Daniel Bar-Tal es profesor Emérito en la Escuela de Educación de la Universidad de Tel Aviv y es fundador de Save Israel-Stop the Occupation (Página Web: www.siso.org.il).

(Artículo publicado originalmente el 15 de mayo de 2017 como “Why we must bring light to Israel's darkness” en The Jewish Chronicle https://www.thejc.com/comment/comment/why-we-must-bring-light-to-israel-s-darkness-1.438587 .  Traducción: José Hamra Sassón).


viernes, 17 de marzo de 2017

Quince años de duelo ante el dolor de una madre palestina

Quince años de duelo ante el dolor de una madre palestina
Robi Damelin* 

Han pasado quince años desde que perdí a mi hijo David.  Tras 15 años de esfuerzos de reconciliación y convivencia con los palestinos, no estuve lista para escuchar el emotivo mensaje de Suha Abu Khdeir, la madre de Mohammed Abu Khdeir, quemado a muerte por tres judíos israelíes en el verano de 2014.  Abu Khdeir se plantó frente a 200 mujeres israelíes y palestinas y nos habló en un idioma que sólo las madres podrían comprender plenamente.
No hay competencia cuando se trata de duelo.  Quien ha perdido a un hijo o una hija sufre el peor dolor que un ser humano puede sufrir.  Pero la desenvoltura de Abu Khdeir para hablar públicamente de las circunstancias de la muerte de su hijo, y para superarlas para convertirlas en un mensaje de reconciliación, nos emocionó y nos hizo sentir muy orgullosas de esta valiente mujer.
“No he logrado conciliar el sueño de noche en estos tres años; cada día que pasa soy yo la que se está quemando por lo que le pasó a Mohammed”, dijo. “Mohammed me dejó un mensaje de que debo trabajar para lograr justicia para mí y para él.  Que debo trabajar para que ninguna otra madre pierda a su hijo.”
Ante estas palabras no había una sola garganta en el auditorio que no se hubiera cerrado por el llanto ahogado, ni ojos sin lágrimas.  Una mujer que tiene todas las razones en el mundo para odiar está buscando reconciliación.  Ella que ha sufrido el peor dolor posible quiere detener el ciclo continuo de derramamiento de sangre.
Abu Khdeir participaba en un evento organizado el 10 de marzo por The Parents Circle - Families Forum para conmemorar el Día Internacional de la Mujer.  El evento, que tuvo lugar en la ciudad cisjordana de Beit Yala bajo el lema "Rompiendo el muro que nos divide", contó con la asistencia de más de 200 mujeres palestinas e israelíes.  Nuestra intención: transmitir un mensaje de reconciliación, un mensaje de unión.  Todas las mujeres que estuvimos allí presentes creemos que sin un proceso de reconciliación no tenemos futuro aquí.  Podemos firmar tratados de paz, pero sin un verdadero entendimiento, sólo habrá más ceses al fuego que sólo durarán hasta que estalle la siguiente guerra.
http://www.huffingtonpost.com/entry/breaking-the-walls-
between-us_us_58cae9dde4b07112b6472bc8?
Tras el emotivo discurso de Abu Khdeir, las mujeres unidas rompimos un muro simbólico que fue construido ese mismo día.  Juntas rompimos ese muro simbolizando el deseo de todas nosotras de vivir lado a lado, como dos naciones con igualdad de derechos en dos estados soberanos e independientes, sin ignorar el entendimiento de que al final tendremos que compartir la misma tierra.
Al final del evento marchamos juntas por una carretera.  Recibimos diversas reacciones por parte de los conductores que se dirigían hacia un puesto de control.  Hubo quienes tocaron su claxon en solidaridad y hubo algunos otros que nos maldijeron.  No es muy común ver a cientos de mujeres palestinas e israelíes marchando juntas en medio de los territorios palestinos llevando un mensaje de paz y reconciliación.  A pesar de que no es algo común, es una mirada reconfortante que me hizo sentir que, a pesar de los resentimientos, a pesar del conflicto en curso, a pesar de la violencia, todavía hay esperanza de que llegará el día y alguien escuchará a estas mujeres maravillosas; alguien que entienda que todos nosotros, ciudadanos y líderes, debemos seguir el ejemplo de Suha Abu Khdeir.
Ya es hora de que las mujeres se sienten en la mesa de negociaciones y participen activamente en las conversaciones que determinan nuestro destino. Después de todo lo dicho y hecho, somos las mayores víctimas de este conflicto en curso.
Durante la última ronda de violencia en Gaza, cuando corrí al refugio en el edificio donde vivo, miré al niño de mi vecino jugando a la pelota y me di cuenta de la suerte que tengo de tener un refugio para correr cuando sea necesario.  Pensé en la madre de Sderot que dijo que tenía sólo 15 segundos para llegar a una zona segura con sus tres hijos, uno de los cuales está en una silla de ruedas, y se ve obligada a decidir a quién llevará primero a ese refugio.  Pensé también en las madres palestinas que no tienen refugio.
Terminamos nuestra pequeña marcha por la paz cantando “Imagine” de John Lennon: “Puedes decir que soy una soñadora / Pero no soy la única”.  Estoy orgullosa de formar parte de un maravilloso grupo de mujeres y hombres que no dejan de soñar y hacen todo lo posible para que el sueño de la reconciliación se convierta en una realidad.
Ahora ellos, -los políticos, generales y analistas-, están pronosticando otra guerra para el próximo verano.  Este es precisamente el momento de frenar el recurrente derramamiento de sangre.  ¿Cuántas víctimas más tendremos que sacrificar antes de ponerle un alto?

*Robi Damelin es una madre en duelo y miembro del ejecutivo de The Parents Circle - Families Forum.


(Publicado originalmente como 15 Years of GriefFailed to Prepare Me for One Palestinian Mother's Brave Message en Ha'aretzTraducción: José Hamra Sassón).


lunes, 22 de febrero de 2016

Neta Elkayam: Yo soy hija de judíos marroquíes.

Neta Elkayam se presenta a sí misma como “Ana bint dal el-Yahud el-Maghreb” – Yo soy hija de judíos marroquíes.  Es otra cantante judía israelí que logra articular, en su experiencia exiliante, su punto de origen a través de la música.  Reivindica así, "cantando en la lengua del enemigo", su herencia cultural.

El árabe deja de ser la lengua del Otro y se re-apropia de ella.




sábado, 19 de septiembre de 2015

Tassa, los al-Kuwaiti y la emergencia exiliante.

Desconocer orígenes, por omisión o dolo, es una forma de crecer en falta.  No es extraño que eso suceda.  Basta con atender los silencios para percatarse de ello.  Así, de forma no fortuita, la vida comienza a colocar pistas que contrabandea de otros tiempos y espacios.  Se comienzan a levantar andenes para alcanzar y apropiarse de esos momentos vetados.  Tiempos y espacios se funden en sincronía para dar paso a la emergencia de seres exiliantes.

Este es el caso de Dudu Tassa, israelí que desafío el dolor de su abuelo desconocido, exiliado de Irak, de su música y su creación. Dudu, el nieto, rescató su legado y canta en la "lengua de los enemigos".

Esta entrada supondría otra forma de atender lo que para algunos analistas se trata del inicio de la tercera Intifada en Jersualén y los territorios palestinos ocupados por Israel.

También es una forma de atender y darle cara a los nuevos silencios impuestos por una realidad política que se antepuso a los lazos familiares.  

Aquí la historia de Dudu Tassa y su música publicada originalmente en el Jewish Ideas Daily:

By Aryeh Tepper • Friday, March 25, 2011 

Remember "Baghdad Bob," Saddam Hussein's information minister? During the Iraq war, as the cameras showed U.S. tanks rolling through Baghdad, he took to the airwaves to assure his fellow Iraqis that not a single enemy tank had penetrated the city's defenses.

As it happens, "Bob," whose real name was Muhammad Said al-Sahhaf, was a long-time expert in manufacturing absurd lies for domestic consumption. Already in the early 70s, in his role as director of Iraqi Radio and Television, he had produced a list of "legitimate" Iraqi songs by the magical means of transforming music that had been composed by Jews into "traditional folk songs."

Among the illustrious composers and musicians thus erased from Iraqi history were two brothers: Salah (1908-1986) and Daoud (1910-1976) al-Kuwaiti. An integral part of Baghdad's artistic scene during the 1930s and 40s, the al-Kuwaiti brothers wrote music for King Faisal's 1936 coronation ceremony and headed the Iraqi radio orchestra. Their songs, performed by leading Arab vocalists like Um-Kultum and Muhammad Abdel-Wahab, were popular throughout the Arab world.

In 1951, the al-Kuwaiti brothers were among the 120,000 Jews forced to flee Iraq for Israel, leaving their wealth and prestige behind. When they arrived in the reborn Jewish state, a small country straining under a doubling of its population in the first few years after independence, they were placed with the rest of the Iraqi Jewish refugees in a temporary tent camp.

If the change in physical circumstances was extreme, the cultural transition was no less difficult. In Iraq the brothers had belonged to the elite; in Israel they were relatively unknown. Moreover, the regnant cultural ethos in those early decades of state-building called for fashioning a "new Jew" by "negating the Diaspora"; the Diaspora emphatically included the world with which the music of the al-Kuwaitis was associated. Worse still, that music was by definition identified with the culture of Israel's arch-enemies.  

As a consequence, and even though the al-Kuwaitis continued to perform for Voice of Israel broadcasts in Arabic, their work was relegated to a musical ghetto. Compounding the humiliation was the fact that on Iraqi and Arab radio, thanks to "Baghdad Bob," credit for their songs was now being assigned to other artists. In these and other ways, the al-Kuwaitis' experience in Israel was representative of the fate of many in that transitional generation, marginalized from within and erased from without, their culture lost somewhere in-between.
By the end of his career, Daoud al-Kuwaiti had become so discouraged that he forbade his children to become musicians.  Although they themselves dutifully complied with their father's wishes, Daoud's grandson, born in 1977 and named for his illustrious grandfather, did not—and therein lies the second half of the story.

From an early age, it was clear that David (Dudu) Tassa had been blessed with his grandfather's musical talent. Young Tassa released his first album when he was only thirteen, and within a few years had developed into an accomplished vocalist and guitarist, one of those rare artists appreciated by critics, the public, and fellow musicians.

Tassa's standard sound is a mixture of rock and soul sustained by a sophisticated pop sensibility. But he also knows his way around classic Zionist anthems. And now, on his recently released and acclaimed eighth disc, Dudu Tassa and the Kuwaitis, he has further pushed the boundaries of his repertoire by reinterpreting songs written by his grandfather and great-uncle.

That is no easy task. As Tassa writes in the album's liner notes, even though he grew up with Arabic songs in his home, his professional diet was Western popular music, and the two vocabularies are very different. Even more difficult to digest were the al-Kuwaitis' lyrics, full of typically Iraqi "pathos and drama." Only slowly did Tassa learn to appreciate the brothers' literary and musical depth. In the end, he re-arranged the originals, adding Western rhythms and instrumental colors (there are no guitars in Arab music). The album, performed entirely in Arabic, is fittingly dedicated "to all of the musicians who brought [to Israel] . . . a magnificent culture."

On one level, Dudu Tassa and the Kuwaitis represents a ground-breaking experiment in musical sound, dubbed by one critic "Iraq 'n' roll." But the sound is also a poignant one—the sound of a grandson getting to know the grandfather he never met—and it embodies, as well, an act of recovery, bringing back into the musical mainstream the work of two musicians who were forgotten in the twists and turns of history.

Nor is that all. Melding the old and the new, Tassa's interpretation of the original Iraqi sound is an exercise in generational bridge-building, reflecting an increasingly common desire among many Israelis to explore the cultures their grandparents were compelled to set aside as part of their absorption process.  Not Ben-Gurion's "negation of the Diaspora," this is rather an "ingathering of the exiles," an ingathering that includes the cultures of the exiles.

Perhaps most significantly, Dudu Tassa and the Kuwaitis can be seen as an expression of Israeli cultural self-confidence—of liberation from the idea that Western styles are the sole criterion of good music. Israel is, after all, the place where Jewish communities have come together from all over the world, and it is only natural that its music should reflect the resulting synthesis. That the Arabic language is a very large component of Israel's cultural heritage, the medium in which millions of Jews have thought, felt, and created, is one of the ironies forthrightly embraced in Dudu Tassa and the Kuwaitis. Among its many other virtues, the album reminds us that "the language of the enemy" is also the language of a towering medieval philosopher like Maimonides and of modern Jewish artists like the brothers al-Kuwaiti. 

"Winn Ya' Galub" (Cry, My Heart), by the al-Kuwaiti brothers:

The Iraqi version: 


Música de los hermanos al-Kuwaiti interpretada por Dudu Tassa: 



viernes, 5 de diciembre de 2014

Dikla, en inglés pero en árabe.


Dikla.

Dikla es una cantante judía israelí, de origen egipcio e iraquí, que ama la música árabe.  Hace poco lanzó su nuevo sencillo, un cover de "Here comes the rain again".

Dikla canta en inglés, pero con acento árabe.  Exponente viva de la vida cotidiana de un ser exiliante que se despliega a través del Lenguaje y sus lenguas.  En ese despliegue se hace posible lo que para muchos resulta inimaginable.  La coexistencia comienza por aceptar la complejidad de las identidades.